¿De qué se vive en el sector musical en tiempos de pandemia?

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David García Aristegui
David García Aristegui
Autor de "¿Por qué Marx no habló de copyright?" y "SGAE: el monopolio en decadencia" juanto a Ainara LeGardon. Trabaja como analista informático.

¿De qué se vive en el sector musical en tiempos de pandemia? Hay que resaltar que esta industria es de una enorme complejidad en lo que a las relaciones laborales se refiere. Una misma persona, simplemente por el hecho de tocar en una banda sus propias canciones, es automáticamente autor, intérprete, empresario y trabajador, todo a la vez. Esto es debido a que la ley dice que las personas que componen canciones son trabajadores por cuenta propia, pero que como intérpretes de sus propias canciones son trabajadores por cuenta ajena. 

Las regulaciones de las canciones, grabaciones de esas composiciones y sus interpretaciones en directo, suponen en la práctica un laberinto en el que pocos artistas y bandas son capaces de no perderse. Con la explosión del uso doméstico de internet, surgió un lugar común para superar supuestos modelos caducos en la industria musical: el rotundo “los músicos que vivan del directo”. Y automáticamente surge la pregunta… ¿de qué viven artistas y bandas en tiempos de pandemia, cuando no hay actuaciones en directo? ¿Estamos asistiendo al año cero de la industria musical?

Música o el sector de los sindicatos verticales

Durante la Guerra Civil los sindicatos UGT y CNT socializaron la industria del espectáculo, UGT a través de la municipalización y CNT desde la colectivización. De este proceso no se libró la conservadora SGAE, que fue socializada también por UGT en Madrid y por CNT en Catalunya. 

Durante la Guerra Civil los sindicatos UGT y CNT socializaron la industria del espectáculo

Es paradójico el proceso que se produjo con la victoria del bando fascista: se mantuvo la sindicación obligatoria pero ya no en sindicatos de clase, si no en la OSE (Organización Sindical Española), conocida popularmente como Sindicato Vertical. En el Sindicato Vertical se daba la peculiaridad que coexistían empresarios y trabajadores, con vistas a superar la histórica lucha de clases. Además, la SGAE fue integrada en el organigrama de la OSE, concretamente en el Sindicato Nacional del Espectáculo.

Durante el franquismo (ya hemos hablado del trabajo cultural en esa época), para poder cobrar derechos de autor y actuar en directo, era necesario adquirir el carné del sindicato superando un examen, regulaciones que desaparecerían junto a la OSE en 1977. Ya en democracia aparecería el Sindicato Profesional de Músicos Españoles (SPME, que sigue existiendo en la actualidad) y el efímero Sindicato de Músicos de Madrid, organizadores del caótico Festival Rocktiembre  (hay un documental muy interesante al respecto titulado Nos va la marcha).

Con los músicos de orquesta organizados en el SPME, los grupos de escenas como el Rollo, rock urbano, la Movida o el Rock Radikal Vasco fueron alejándose de los sindicatos de clase, pero siempre afiliandose a la SGAE para poder cobrar derechos y sin participar demasiado en ella (y sí, Evaristo de La Polla es socio de la SGAE), lo que generó dos grandes problemas.

El primero, que como autores, trabajadores por cuenta propia, compartían en la Sociedad General de Autores y Editores espacio con sus patrones, los editores (gestoras de derechos de autor asociadas a los sellos discográficos). Mucha gente ve, con razón, a la SGAE como el último Sindicato Vertical. El segundo, que como intérpretes, trabajadores por cuenta ajena, dejaban el sector de la música en directo absolutamente sin organizar, el sueño húmedo liberal de “los mercados se autorregulan”.

Sindicatos creando sus entidades de gestión

A diferencia de en la música, dentro de las artes escénicas siempre ha habido una conciencia de clase mucho mayor, además de músculo organizativo. Por eso, cuando el PSOE junto a CCOO y UGT intentó en 1986 que todos los intérpretes, tanto de artes escénicas como de música, entrarán en el régimen de autónomos, se produjo una respuesta contundente por parte de las artes escénicas, que derivó en la creación del sindicato Unión de Actores y Actrices (UAA a partir de ahora). El PSOE tuvo que recular.

Mucha gente ve, con razón, a la SGAE como el último Sindicato Vertical.

Cachés hinchados por los ayuntamientos (izquierda abertzale incluída con el Matrxa eta borrokan) y las vacas gordas de la venta de discos y cobro de generosos derechos de autor vía SGAE, probablemente expliquen por qué las y los músicos fueron incapaces de organizarse colectivamente, mientras en sus narices se producía la llamada reconversión industrial. La UAA, en cambio, logró que se mantuviera la laboralidad de los intérpretes, es decir, que se siga considerando por defecto a estos trabajadores por cuenta ajena, y lo lograron sin ningún apoyo del sector musical.

Por otra parte, con la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual de 1987 se rompía el histórico monopolio de la SGAE como entidad de gestión única, que fue aprovechado por algunos sindicatos. UAA fue pionera creando AISGE (Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión) en 1990, para gestionar los derechos de propiedad intelectual de los actores, dobladores, bailarines y directores de escena. Y en 1999 en el sindicato de guionistas ALMA impulsó DAMA, entidad de gestión orientada al audiovisual.

Músicos cavando su propia tumba

Si AISGE o DAMA fueron impulsadas por sindicatos, ese no fue el caso de AIE (Sociedad de Artistas Intérpretes o Ejecutantes de España). Esta entidad de gestión fue creada en 1987 para gestionar los derechos económicos y morales de todos los artistas intérpretes o ejecutantes (un tipo particular de intérpretes). 

Después de la victoria de la UAA defendiendo la laboralidad de los intérpretes en los 80, tiempo después AIE fue partícipe de una iniciativa inaudita: que artistas y bandas renunciaran a sus derechos como trabajadores por cuenta ajena. Y que facturaran sus actuaciones como trabajadores por cuenta propia (justo lo que intentó el PSOE en 1986) a través de cooperativas creadas a tal efecto. 

En el 2013, AIE publicaba Cooperativas de músicos: un nuevo modelo de gestión donde se anticipaba el modelo que luego fue explotado por iniciativas (afortunadamente ya desaparecidas) como Factoo. La AIE podría haber intentado hacer el camino inverso a la UAA o ALMA Guionistas, es decir, la creación de un sindicato para que se respetaran los derechos de las y los intérpretes. Pero prefirió renunciar a la lucha (como ya se hizo en los 80) y facilitar la explotación por parte de los empresarios, instaurándose unas prácticas antisindicales de tierra quemada que aún a día de hoy perduran: la norma es que a cualquier músico, independientemente de si está dado de alta como autónomo o no, se le exige factura para tocar, incluso en ayuntamientos supuestamente de izquierdas. Y gran parte del “éxito” de esas malas prácticas se lo debemos a Luis Cobos, que lleva más de 30 años al frente de la AIE.

El Convenio colectivo estatal del personal de salas de fiesta, baile y discotecas de España

Ahora hay cierto revuelo en redes por lo poco que pagan empresas como YouTube o Spotify a los músicos. Pero, al menos, hay un problema identificado claramente y unos interlocutores válidos para negociar condiciones (con mejor o menor fortuna). Pero con la música en directo se producen grandes paradojas:

Una es que un convenio colectivo de tablaos flamencos, diseñado para sustituir el convenio de hostelería para pagar menores salarios, ahora es el único que se aplica tanto a una pequeña sala como a festivales como el Primavera Sound. Es el Convenio colectivo estatal del personal de salas de fiesta, baile y discotecas de España. Posee categorías tan llamativas como las de palmeros o sastras (hemos respetado el género del original), y distingue entre el DJ residente y el visitante. 

Categorías aparte, al contemplar espectáculos en directo, es el único convenio de referencia para festivales multitudinarios (donde no recordamos a muchos palmeros o sastras) y aunque parezca increíble, ningún sindicato de músicos ha estado jamás en la mesa negociadora de este convenio estatal. Primero porque, cuando se firmó por primera vez por la UAA junto a, CCOO, UGT, Conarte y la patronal FASYDE, no existían. Y, en la actualidad, porque no han conseguido tener la legitimidad y fuerza para poder forzar el sentarse a negociar. 

¿De qué se vive en el sector musical en tiempos de pandemia? De lo que se cobra de derechos de autor de las entidades de gestión, es decir, del trabajo artístico por cuenta propia. Pero casi nadie que no sean artistas y bandas consagradas ha podido cobrar las ayudas que se han planteado por el sector: el fraude generalizado del uso de las cooperativas para facturar ha generado una masa crítica de falsos autónomos sin derechos. 

Si las y los músicos como trabajadores (como intérpretes, trabajadores por cuenta ajena) quieren cambiar la situación, tienen que lograr sindicatos que, al menos, se sienten con la patronal. La SGAE y AIE ya se sientan con YouTube y Spotify. Y hay luchas de falsos autónomos ejemplares, como la de los Riders de Glovo.

El confinamiento y las restricciones ha dejado a las y los trabajadores del sector musical mucho más afectados que a otros, simplemente por no haber un equivalente a la UAA para los intérpretes musicales. Porque sigue todo dirigido por Sindicatos Verticales, como la iniciativa promovida por salas y promotores conocida como Alerta Roja. La música es ahora una auténtica zona cero donde la reconstrucción debería hacerse con la presencia de sindicatos cuya actividad no se limite a redes sociales como Twitter.

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