Cuando arrecia temporal, siempre me ha gustado buscar soluciones en los que antes que nosotras lo sufrieron. La experiencia y la vivencia colectiva de capitanías de barcos a punto de hundirse y que salieron a flote. Pararse a leer con atención y huir de la legión de “capitanes a posteriori” a los que les encanta regodearse en la profecía autocumplida del fracaso.
Hay muchas figuras en las que bucear, pero particularmente creo que hay una que destaca por encima de las demás: Marcelino Camacho. Un dirigente que no ha gozado ni del predicamento, ni de los focos ni de la difusión que seguramente merezca su figura histórica. Quizá también por decisión propia. Por eso en tiempos confusos y de revuelo, me gusta pararme a pensar: ¿Qué haría Marcelino?
Después de la resaca del Ayusonazo, con todas sus variantes, variantes que todos los marinos de agua dulce ya han desentrañado estos días en sesudas teorizaciones, a uno no le queda claro al final el qué hacer. En esta realidad “líquida” que llaman algunos, se necesitan respuestas rápidas. Respuestas, respuestas y respuestas. Y si entran en un tweet mejor. Las preguntas y las incertidumbres son como decía aquella canción brasileña de los 2000, “cosa del pasado”. Pues bien, Marcelino. ¿Qué coño hacer?
Contaba Josefina Samper durante el acto de homenaje tras la muerte de su compañero, que cuando Marcelino ya estaba muy enfermo, vino una vecina a saludarle y, claro, como siempre, Marcelino hablando de lo mismo; medio se le entendía porque ya casi no podía hablar, pero le dijo: “si uno se cae, se levanta inmediatamente y sigue adelante”.
Primera lección a futuro, si uno se cae, lo primero es levantarse. Y levantarse no para estar todo el día dándole vueltas a pensar en cómo se ha caído. En muchas ocasiones pensar que una táctica política concreta no da resultado por una situación coyuntural o inmediata como un proceso electoral es un error. El tiempo de lamentarse terminó el día 4 a las 23:59. El tiempo de seguir construyendo ya ha empezado.
Digo seguir construyendo, pues considero que hay bases muy potentes para seguir desarrollando eso que han venido a llamar bloque histórico, sociedad civil, mayoría social, en definitiva generar comunidad, pueblo e identidad colectiva. ¿Por qué lo creo? Porque a pesar del reflujo de la movilización social, pandemia mediante (recuerde querido/a lector/a), empiezan a verse pequeños destellos de respuesta organizada a nivel social.
Los sindicatos, que se parecen más a nuestra clase de lo que queremos reconocer, empiezan a elevar los discursos. Parecería un insulto decir que la clase trabajadora organizada no se está moviendo con ejemplos como los de Alcoa o recientemente Airbus en Puerto Real. Los movimientos vecinales empiezan a generar nuevas movilizaciones, como por ejemplo en defensa de la atención primaria en Xixón o la de los colectivos vecinales en Vallecas recientemente. Pero como bien sabemos: “la paciencia es revolucionaria” y las buenas salsas se cuecen a fuego lento.
En España el sentido común conservador se ha impuesto en muchas ocasiones. Ejemplos históricos tenemos muchos, en lo cercano la mayoría absoluta de Aznar tras privatizar empresas públicas estratégicas como Repsol, Endesa, Telefónica, Aceralia (actual Arcelor-Mittal), Tabacalera o Iberia. O la mayoría absoluta de Mariano Rajoy de 2011 post-Zapatero, cuando al PP le asediaban los casos de corrupción o las tramas de espionaje político (curiosamente casos que le hacen perder el gobierno siete años más tarde). Las prisas con el fiambre aún caliente nunca fueron buenas. Y recordar aquello que decía Saramago de “la derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”, no estaría de más.
“Si uno cae, se levanta inmediatamente y sigue adelante”, pues eso. Seguir organizándote en tu barrio, reforzar los espacios colectivos, seguir construyendo con inteligencia las alternativas, recuperar poco a poco la presencia en el espacio público, salir a la calle y apoyar a quién te pone esa cañita en la terraza tan necesaria para que no trabaje como un esclavo/a por un salario de mierda. Y no voy a hablar del gobierno. Para hablar de lo que tiene que hacer el gobierno ya hay muchos columnistas y muy buenos. Yo prefiero hablar de seguir adelante.