«El asturianismo va por modas: lo vasco, la Chunta, Compromís, las CUP… IAS nació contra eso»

Entrevista al historiador Faustino Zapico, fundador y secretario general de Izquierda Asturiana y militante de SUATEA.

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Pablo Batalla
Pablo Batalla
Es licenciado en historia. Colabora con medios como La Marea, Público o Jot Down y es coordinador de El Cuaderno. Es autor de 'Los nuevos odres del nacionalismo español' (2022).

Lo primero en lo que se fija quien entra en casa de Faustino Zapico (Mieres, 1970), lo primero en lo que nos fijamos nosotros, al menos, es un pequeño retrato del mariscal Tito. Arriba, en la acogedora estancia que alberga su vasta y bien ordenada biblioteca, veremos otro, junto con uno de Marx y otro de Engels. Deidades de un «hugonote sin dios», como Zapico se define con humor, tras participarnos de la reflexión de que no hay nada más parecido, en Asturias, a la crianza en un hogar calvinista que ser hijo de un minero comunista. La casa está en Los Nadales, un minúsculo caserío de Santa Rosa, una de las dieciséis parroquias del concejo de Mieres. Tomamos té moruno y dulces turcos en la terraza, colgada en una ladera boscosa a cuyo fondo, allá abajo, corre el río San Xuan, afluente del Caudal. Zapico es un enamorado de Turquía, adonde va con frecuencia, y de donde acaba de venir. Bromea con que es el único que vuelve de allá sin pelo. Solamente el trino de los pájaros y nuestra conversación, repaso de dos horas y media a la vida y la trayectoria de este intelectual asturianista, cofundador y secretario general de Izquierda Asturiana, quiebra el silencio del paraje rural en que nos encontramos, a medio camino entre la cuenca buena y la mala (que cada quien escoja cuál es cuál). Faustino, profesor de secundaria en La Felguera, lo escogió para vivir por eso: por «céntrico».

Foto: David Aguilar Sánchez

Faustino: naces en Mieres en 1970. Háblame de tu familia, de tu entorno, del paisaje de tu niñez, de cómo era aquel Mieres.

Yo, en realidad, soy mierense de La Argañosa. Mi familia es toda de Mieres, pero me crie en Oviedo, adonde marchamos en septiembre del setenta y cinco. Soy un mierense reimplantado: volví aquí con veintinueve años. Pero mi familia es toda de aquí. Lo más exótico que tengo es un bisabuelo de Ciañu (risas). Y nada: familia minera, minera-campesina, obreros mixtos. Dos familias muy, muy castigadas por la represión, lo cual, supongo, marca. Siempre le digo a Juan Ponte, y le hace gracia, que estoy convencido de que no hay cosa más parecida, en Asturias, a criarse en un hogar calvinista que criarse en la familia de un minero comunista.

Esa moral ascética estricta, ¿no?

El culto al trabajo, el sentirte culpable si estás ocioso, que sea bueno ganar perras si las ganas honradamente, pero sea malo hacer ostentación de ellas… ¡Es puritanismo puro y duro! No fumes, no bebas, no juegues… Al mismo tiempo, sí que es verdad que también una educación muy igualitaria. Mi padre era mucho menos machista que mi madre. Quedó huérfano con ocho años, que fusilaron a mi abuelo, y mi abuela tuvo que sacar adelante a toda mi familia. No sé si por eso, o porque estuvo viviendo ocho años en Francia —aunque, bueno, tampoco creo que la Francia de los años cincuenta fuera el paraíso feminista—, o porque salió él así, pero no era nada… Hombre, machistas somos todos, ¿no? Pero no reproducía para nada el código de valores machista propio de una persona de su generación. Y yo me crie en eso. En general, la educación que recibí en casa me marcó; me marcó no solo a nivel político, sino en cuanto a visión del mundo, de cómo enfrentarse a la vida. Por ejemplo, yo soy de la generación de la heroína, cayó muchísima gente, entre ellos familiares míos, pero yo tenía clarísimo que ahí no iba a caer. Por dos razones: primero, que, como me dijo mi padre, aquello era un vicio burgués. Y segundo, que había que pincharse voluntariamente, y yo, a las agujas, les tengo un miedo horroroso.

«Soy de la generación de la heroína, pero yo no caí, porque mi padre decía que era un vicio burgués, y porque a las agujas les tengo un miedo horroroso»

Tino Brugos me decía en la entrevista que le hice que siente que la politización, la instrucción, le salvó de las drogas, del sida… Tienes otro mundo, unas lecturas, que te hacen prevenirte contra ello.

Luego había una droga legal, que era el alcohol… Pero yo me crie, ya digo, en una familia calvinista. Yo le digo a Juan [Ponte], y se ríe mucho, que soy un hugonote que no cree en Dios. Tengo relación con gente protestante, y de vez en cuando hablamos de estas cosas.

Tu padre pasa unos años en Francia, me decías. ¿Como exiliado político, o como emigrante económico?

Bueno, esa emigración de antes de la gran ola migratoria, que es económica, pero también es política. Él emigra en el cuarenta y nueve. En casa estaban fatal. Él entró en la mina con quince años y dijo: «Joder, vaya mierda de vida, marcho de aquí». Y se fue para allá. En el cincuenta y uno entró a militar en la JSU. Y en verano del cincuenta y tres, justo después de morrer Stalin, va como delegado de la JSU al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Bucarest. A la vuelta a Francia, como los inmigrantes no podían tener actividad política, le dan a elegir entre deportarlo a España o confinarlo. Y entonces lo confinan (esto lo supe por un amigo de mi padre que era como su hermano, y que todavía vive, con noventa y seis años) en un pueblo, La Combelle, en el que tenía un patrón asqueroso, confidente de la policía. Me decía este hombre: «Tu padre se plantó en Clermont-Ferrand, fue a ver al prefecto y dijo: “Marcho del pueblo”». «¡Usted no puede marchar del pueblo!». «Que sí, que marcho». Le dice: «Pues entonces tenemos que deportarlo a España». Mi padre, entonces, dijo: «Bueno…». Cuando me lo contó este hombre, me pegaba totalmente: era la forma de ser de él. «Bueno, es igual, porque, total, entre la España de Franco y esto, poca diferencia hay». Para aquel prefecto, en el cincuenta y tres, que compararan la República con… «Pero usted, ¿adónde quiere ir?», le dice. Y mi padre le dice que quiere ir a La Bourboule, donde había más trabajo; un pueblo-balneario que es como Riosa de grande, pero está en la cima de una montaña, en una zona de volcanes y balnearios, en casa Dios, como si dijeras Degaña. «Ah, bueno, pues si quiere ir para allá, vaya usted». Allá se fue. Trabajó en un aserradero, de camarero en un hotel, de pinche de cocina, también en la mina… En total estuvo ocho años en Francia, y volvió para acá. Tuvo que hacer la mili, porque era prófugo: él fue inmigrante ilegal, que es algo que cuento en clase cuando te saltan con que los españoles emigraban legalmente. Emigraban legalmente —les explico— unos, y otros no; la mitad eran ilegales, y entre ellos mi padre. Pues nada, volvió, empezó a cortejar con mi madre y se casaron en el año sesenta. Mi madre se casó de luto, porque mi abuelo materno murió en la mina unos meses antes.

Así que ¿un abuelo fusilado y otro muerto en la mina?

Sí: conmigo se cumplen todos los tópicos imaginables de la Cuenca. Cuando empecé a trabajar, que fue en Guadalajara, caí en un instituto del centro de la ciudad que era un poco pijuelo, y, como yo venía de Asturias, partían de la idea de que yo tenía que ser rojo e hijo de minero. Funcionaba ese tópico, y en mi caso era verdad (risas). Yo les decía: coño, podría ser somedano y de padre de derechas, y sería igual de asturiano. Volviendo a mi padre, mira, yo tuve una adolescencia un poco vagueta. Repetí dos años, cosa que también cuento en clase, para que los chavales sepan que no es ninguna tragedia: puedes repetir y convertirte en un hombre de provecho y respetable. Pero mi padre, que era necio como qué, cuando volvió a trabajar aquí, con la idea de trabajar en la construcción, se encontró con el Plan de Estabilización, la crisis, estaba todo fatal, y volvió a la mina. Pero en la mina, empezó a estudiar, y acabó de perito de minas y, luego, de ingeniero técnico. Siempre digo de coña que mis hermanas nacieron en casa de un picador y yo nací en la casa de un capataz.

De tu generación, en tu familia, nadie fue minero, ¿verdad?

De todos mis primos por parte de padre y de madre, solo uno es minero. Los demás, un albañil, otra se casó con un camionero, mis hermanas funcionarias de prisiones… Mi padre, cuando yo tenía trece años, nos llevó un día al Pozo Santiago, donde trabajaba, para que viéramos aquello. Y si yo alguna vez tuve la tentación de ser minero, cosa que no recuerdo, aquel día se me quitó.

Había gente que emigraba a, por ejemplo, Gijón para que sus hijos trabajaran, no en la mina, sino en los astilleros, la siderurgia… Trabajos duros, pero menos que la mina.

Mi padre no quería estar en la mina. No le quedó otra, pero siempre que pudo trabajó de otra cosa. Si volvió a la mina, fue porque no le quedó otro remedio.

Foto: David Aguilar Sánchez

¿Y tu madre? Háblame de ella.

Acaba de cumplir noventa años. Es una mujer de aspecto muy frágil, de paxarín, pero en el fondo dura. No es consciente de lo dura que es. El bisabuelo de ella, mi tatarabuelo, Ramón de Carrespientes, fue el último paisano de Mieres que llevó el traje de asturiano. Se llamaba Ramón Álvarez, pero lo llamaban Ramón Calzones, el Tío Calzones o Ramón de Carrespientes. Era famoso por eso; por ser el último en vestir a lo indígena. Digo esto porque, si de mi padre me vino un poco la conciencia de clase, de mi madre, que la conciencia de clase la tenía más difusa, me vino la conciencia asturiana, que mi padre tenía menos marcada. Su madre fue la única abuela que yo conocí; todos los demás murieron antes de nacer yo. Y cuando yo tenía trece años, vino a Oviedo a vivir con nosotros. Tenía demencia senil, no podía estar sola, y nos turnábamos con una tía: un mes estaba con ella y otro con nosotros. Esa abuela era analfabeta y no hablaba nada de castellano, y para mí fue importante en cuanto a adquirir una conciencia lingüística que de niño no tienes: tú hablas de una manera y en Oviedo estás castellanizándote. Castellanizándote hasta cierto punto, porque de aquella, en La Argañosa, se hablaba bastante asturiano, pero bueno. La cosa es que, de repente, te llega una abuela monolingüe a casa y la única manera que tienes de comunicarte con ella es esa.

Un asturiano muy puro, además, imagino; no un amestáu.

Claro, claro. Además, la pobre, como tenía demencia senil, ya sabes que van como para atrás, ¿no? Una vez la oí decir «fiyus miyus». Yo decía: «¡Madre! ¡Esta mujer va a acabar hablando latín!» (risas). Va despertándote la conciencia lingüística; vas diciendo: «A mí que no me digan que esto es castellano mal hablado, porque no es verdad». Un choque de realidad.

Dices que tu madre la conciencia de clase la tenía más difusa.

Sí, pero bueno, es gracioso. Ella siempre dice que de política no entiende; dice: «Yo no soy de nada». Pero luego añade: «Pero a la derecha la odio» (risas). O dice que en su familia no eran de nada. Yo le digo: «Pero vamos a ver, ¡tu padre era comunista!». «¡Nooo!». «¡Pero si me dijiste tú que cotizaba al Socorro Rojo en el año cuarenta, cuando era jugarse la vida!». «Bueno, sí, pero jolín: era por los presos». «Y tu tío Ramón, ¿no estuvo preso por ser del PCE, y lo torturaron?». «Bueno, sí». «Y tu primo Ovidio también». «Bueno, sí». «Y tu primo Pepín, ¿no era del PSOE en el año sesenta, cuando no había nadie en el PSOE?». «Bueno, sí». «Y tu tía Covadonga, ¿no estuvo medio enrollada con un fugáu?». «Bueno, sí. ¡Pero yo de política no entiendo!» (risas). Era el ecosistema de aquí. El Cabanín era un pueblo en el que todas las casas eran del PCE. Lo era y lo es, pero bueno: ahora no queda casi nadie.

La izquierda, en la Cuenca, ha sido una presencia casi geológica, parte del paisaje, tal como tuvo que serlo antes la religión cristiana; la fe que articula el imaginario social y en la que la gente se socializa sin casi darse cuenta.

Pero fueron dos generaciones, ¿eh? Unos tatarabuelos míos por parte materna eran carlistas, y es gracioso cómo lo descubrí. Estaba en casa de mis padres, viendo el telediario con mi padre. Años noventa, tiempos de la kale borroka. En el telediario aparecen con una pancarta en la que llaman cipayos a la Ertzaintza. Y en esto dice mi padre: «Coño, eso decíalo mi güela». Digo: «Hostia, ¡tu güela?». Resulta que mi bisabuela, que murió unos días después de nacer yo con noventa y ocho años, o sea, que tuvo que nacer en 1872, le había contado a mi padre que, cuando era muy pequeña, medio pueblo de El Cabanín tenía que salir corriendo a la mata porque venían los cipayos.Y cipayos era el nombre que daban los carlistas a las tropas del Gobierno. Unos campesinos analfabetos de aquí, ¿qué coño iban a saber lo que eran las tropas coloniales de la India? Si tenían ese discurso, era porque alguien se lo había llevado. Luego me acordé de que mi padre también decía que mis tatarabuelos eran muy, muy, muy religiosos. Pues bueno, descubres que tienes tatarabuelos carlistas. Pero dos generaciones después, es el partido comunista, porque de repente pasan a ser mineros, claro. Sin dejar de ser campesinos, eso sí, que es una cosa singular que se dio aquí.

Trabajar en la mina pero tener huerta, gochos, vaques… Un pie en cada mundo. Lo que era parte de lo que posibilitaba que las huelgas durasen tanto: aunque no cobrases, tenías ese otro sustento.

Sí, sí. Eran obreros mixtos. Y eso también hizo que perviviera el idioma.

Tu padre, del PCE, pasa al PCPE, donde tú vas a empezar tu militancia.

Mi padre fue de los que marchó del PCE cuando lo legalizaron, por lo de la bandera, la monarquía y tal. En el setenta y siete, cuando la legalización, ya no quiso coger el carné. Estuvo como un año en barbecho y acabó pasando al PCE (VIII-IX Congresos), de ahí al PCU y de ahí al PCPE; toda la genealogía, vamos. Yo entro en marzo del ochenta y cinco, con catorce años, en las juventudes del PCPE, los CJC. Estábamos mis hermanas y yo.

«Mi padre negaba al asturiano la condición de lengua, pero acabó yendo a las manifestaciones por la oficialidad, y convenciendo a otros familiares»

Una militancia breve, ¿no?

Dos años y medio. Yo ya apuntaba tendencias nacionalistas pequeñoburguesas (risas). Fui notando cada vez más contradicciones. De aquella, el PCPE y los CJC eran muy ajenos a… Yo discutía mucho con mi padre. Él le negaba al asturiano la condición de lengua. Al final acabó yendo a las manifestaciones por la oficialidad, y era el que convencía a otros familiares nuestros.

El PCPE, de hecho, acabó siendo un partido completamente comprometido con la reivindicación lingüística.

Sí, pero de aquella todavía no. Además, cuando en el ochenta y seis se forma Izquierda Unida, yo estaba de acuerdo, pero percibía un peso excesivo del PCE en comparación con el que yo pensaba que tenía que tener el PCPE, que era donde yo estaba y el partido de mis quereres. En el ochenta y siete, paso al Ensame, aunque seguí sintiéndome cercano al PCPE durante bastante tiempo, porque lo tenía en casa. Seguía consumiendo documentos, literatura, propaganda y publicaciones del PCPE.

Este año se celebra el cuadragésimo aniversario de los CJC.

Lo está organizando Rafa Velasco, gran amigo mío de toda la vida, y mi abogado. Seguramente me implique. Él estuvo en el PCPE muchísimo más tiempo que yo. ¿Quién más estaba de aquella…? Estaba Julián Alonso, que era ya maestro de escuela, muy joven; debía de acabar de sacar la plaza. Venía de Extremadura y de haber militado en las Juventudes Socialistas, pero haber roto con ellos por el tema de la OTAN. Estaba Lito, el de La mina en llamas, un minero jubilado de aquí, de Mieres, que era picador en Nicolasa, y que el padre fue de los que participó en un encierro muy potente de primeros de los setenta, que es de lo que va esa especie de documental.

¿Cómo era esa militancia? ¿Qué cosas hacíais?

Yo entro a militar en plena campaña anti-OTAN, y de marzo del ochenta y cinco a marzo del ochenta y seis buena parte de la militancia está enfocada a eso. También a la solidaridad con Nicaragua. El primer mitin que di, válgame Dios, con catorce años fue en el verano del ochenta y cinco, en una fiesta que montamos en Gijón los CJC en solidaridad con Nicaragua; una campaña para mandar una ambulancia para allá. Hicimos una fiesta y supongo que les hacía gracia poner a un guaje de catorce años a dar un mitin. Casi muerro, pero bueno, supongo que ya me curé de espanto para lo de hablar en público.

Xuan Cándano dice que habría que abolir las juventudes de los partidos.

Entiendo por qué lo dice, pero los CJC en los que yo estuve no fueron una escuela de trepas, porque si estás en el PCPE dudo mucho que sea para trepar. Estás para formarte políticamente, para compartir militancia. Yo no me arrepiento de haber militado en los CJC. Eran una organización muy seria. Incluso cuando no estabas de acuerdo en muchas cosas que hacían, eran una escuela de cuadros; cuadros que a lo mejor después acabaron en otros sitios, rindiendo servicios a otras causas, es verdad que a veces bastante alejadas de aquella inicial. Las juventudes de los partidos, yo creo que son necesarias. ¿Se convierten en una escuela de trepas? Ya, y los partidos también. Dependiendo de qué partido tengas, tendrás unas juventudes u otras. Cuando yo empezaba, había mucha organización de izquierdas metiéndose al tema de los consejos de la juventud, que a mí siempre me dieron bastante repelús. Podían tener alguna utilidad, pero al final se acababan creando cuadros que eran, más que nada, burocráticos. Los que se formaron en los CJC que yo conocí y en los que hubo después, al margen de que, ya digo, no compartiera muchas cosas, se formaron en la lucha política, en la internacionalista, en la sindical, en la reivindicación lingüística… Militancias sanas. Y oye: yo creo que, en la adolescencia, estar politizado en unas juventudes de partido es mucho mejor que otras cosas.

Foto: David Aguilar Sánchez

Estudias historia, y te implicas en el Conceyu d’Estudiantes Nacionalistes (CEN). ¿Qué recuerdo tienes de esa organización?

Entro ya en secundaria. Mi militancia en los CJC coincide con la huelga de estudiantes de 1986-1987. Empieza en diciembre del ochenta y seis y dura hasta marzo del ochenta y siete; fue una huelga muy intensa en la que se politizó muchísima gente de mi edad. Algunos ya veníamos, por así decir, politizados de casa, pero otra mucha gente se politizó entonces, sobre todo —al menos en Oviedo— en las JCR.

Las juventudes de la Liga, ¿no?

Las de la Liga, sí.

Por ahí andaba Pin, a quien también entrevisté hace poco.

Estaba Pin, sí; estaba Goyo; estaba su hermano, Pablo Pascual; estaba la hermana de Pin, Tania… Un montón de gente que, a pesar de que, en los ochenta, podíamos ser todos bastante sectarios, nos llevábamos muy bien. Estábamos codo con codo en la Coordinadora de Estudiantes, y compartíamos una línea común de lo que tenía que ser la movilización. A los que siempre les tuve mucha manía es a los del Sindicato de Estudiantes (risas). No porque fueran trotskistas, porque también lo eran los de la JCR, sino por su forma de actuar, que no me parecía de recibo. Bueno. Al mismo tiempo, como ya despertaba en mí esa cosa nacionalista pequeñoburguesa, y acababa de montarse el CEN, yo contacto con ellos en diciembre, justo antes de la tormenta de la huelga. Había unas jornadas del CEN y yo pasé por ahí. Víctor Coalla fue la primera persona del CEN que yo conocí: «Dame un teléfono», tal. En enero del ochenta y siete, en plena ola de huelgas, contactan conmigo, me invitan a una reunión y aparezco. Yo era un guaje de segundo de BUP. Ahí estaban Ignaciu Llope, Iván Huerga, Firmu Cosío, ¿quién más…?, Luis Portal… Xuan Bello no estaba en aquella reunión, pero estaba en el CEN todavía.

Gente unos años mayor que tú, ¿no? ¿Coincidiste con Felechosa?

Felechosa creo que también estaba en el CEN, pero tampoco coincidí con él en ninguna reunión; estaba ya en cursos más altos. Sí estaba Emma Rodríguez, con la que luego compartí liberación en SUATEA y tengo mucha amistad. Gente mayor que yo, sí. Una cosa que tiene el militar desde muy nenu es que acabas teniendo amistad con gente mayor que tú; y con los años, también con gente mucho menor. Te da un abanico de generaciones interesante. Pues bueno, nada: me afilié al CEN ya en secundaria, pero el problema es que, cuando llego a la facultad, ya acabaron todos la carrera. Tuvimos casi que reflotarlo de cero, y fuimos muchos menos, pero tuvimos un núcleo interesante en el Campus del Milán: Alfonso Martín, Xabiero Cayarga, David Guardado… Un núcleo que algo hicimos, como una voz asturianista dentro de la Universidad, cuando hubo movilizaciones posteriormente.

La conciencia asturianista (esa pulsión pequeñoburguesa, ja, ja), ¿cómo la vas adquiriendo, además de a través de esa abuela monolingüe? ¿Qué lecturas haces, qué influencias recibes, que la vayan ahormando?

Inicialmente, las clásicas del marxismo sobre la diversidad nacional. Es ahí donde me empieza a gustar Tito. Por Yugoslavia siempre tuve querencia. Desde chavalete, me gustaba mucho la historia; tuve claro desde muy pronto que era eso lo que quería estudiar. Hubo un momento en que tuve que decidir si estudiar historia o dibujar cómics, que es mi otra pasión. Luego te enseño alguno: esa es la habitación de los cómics [Faustino señala la ventana que tenemos al lado]. Me decidí por la historia. Y a lo que iba: el tema de Yugoslavia me interesaba mucho como lector de historia. Me fascinaba que los partisanos hubieran ganado la segunda guerra mundial; me sigue fascinando; me sigo preguntando cómo fue posible. Ganaron la segunda guerra mundial, y eso me hacía decirme: «Algo bueno harán». Luego ves el modelo yugoslavo y te parece interesante. También me lo parecía toda la teorización que se hacía en el comunismo ortodoxo sobre la plurinacionalidad. El PCPE defendía el derecho de autodeterminación: para otros, claro, no para aquí.

«Por Yugoslavia siempre tuve querencia. Me fascinaba que los partisanos hubieran ganado la segunda guerra mundial»

¿Otto Bauer…?

A Bauer, a los austromarxistas, los descubro después, en la carrera. Los conozco, sobre todo, a través de Stalin, de la crítica de Stalin a los austromarxistas, una especie de falso enemigo: luego los lees y descubres que la crítica era a cosas que los austromarxistas no decían. Más tarde, el autor que me deslumbra es Pi y Margall. Lo conocí pronto. Y de ahí me vino otra deriva mía, que es el tema masónico. Descubrí que muchos personajes históricos que me resultaban particularmente interesantes y atractivos, como Pi y Margall, Salvador Allende o Garibaldi, eran masones. Me dije: «Esto, malo no será si estaban ellos allí».

¿Eres masón?

Soy masón, sí, sí. Veintidós años llevo en la masonería.

Ah, no lo sabía. ¿En qué logia estás?

Mi logia se llama El Trabayu. Estamos en Gijón. La llamamos así en homenaje a una que funcionó en Trubia de 1872 a 1892, que era la logia El Trabajo; una logia de obreros de la fábrica de armas. Eran veintiocho obreros y un médico, y eran todos del Partido Republicano Federal. Bueno. Nosotros estábamos en El Derecho Humano, que es la organización internacional. La masonería, normalmente, se rige por organizaciones de ámbito estatal: la Gran Logia de España, que solo admite señores y creyentes; la Gran Logia Simbólica Española, que es mixta y es donde yo empecé de aprendiz; la Gran Logia Femenina, solo mujeres… El Derecho Humano es internacional. Nace en Francia en 1893, pero se extiende por todo el mundo. Y es mixta. Estábamos ahí, como digo, pero a finales del año veintiuno rompimos; se rompió la federación por la mitad. Y varias logias que quedamos por ahí montamos una nueva organización que se llama Confederación Internacional de Logias Escocesas.

Cielos. Quien dijo aldea, dijo pelea, ¿eh? No solo en el asturianismo has vivido divisiones y escisiones.

Sí, pero, en la masonería, aunque rompas, no niegas la condición de masón de los demás. Nosotros estamos en una especie de hotel masónico en Gijón, en La Calzada.

Yo he estado un par de veces en una tenida blanca abierta de la logia Rosario de Acuña en un local de la calle Costa Rica.

Ese, ese. Ahí estamos cuatro logias de cuatro obediencias distintas. Pues bueno, la masonería me marcó bastante. Y volviendo a Pi y Margall, yo admiraba al personaje histórico por la cosa de incorruptible, pero cuando empecé a leer la doctrina también me di cuenta de que ahí había cosas realmente interesantes, que podían ser útiles para aquí. Un problema que yo detecté desde el principio en el asturianismo es el mimetismo. Un mimetismo feroz. Va por modas. En los ochenta se llevaba el rollo vasco, fuera una cosa u otra: unos querían ser HB, otros Euskadiko Ezkerra y otros el PNV. Querían ser. Es como si yo quiero ser alto. Hacen falta más cosas que querer. Luego, las modas fueron cambiando. Con el tiempo, hubo un momento en el que se llevaba la Chunta, o se aspiraba a ser la Chunta. Después hubo la moda de Compromís. A lo mejor lo que está de moda ahora son las CUP. A mí eso no me gustaba. Y el nacimiento de IAS en el noventa y dos tiene que ver con eso. Veníamos ya de varias rupturas en la izquierda nacionalista, coincidía además con que se había derrumbado el socialismo real y, de repente, parecía que nos caían los cascotes encima. Había la necesidad de redefinir el discurso de la izquierda, el discurso socialista, sin renegar de él, y al mismo tiempo poner eso en relación con la realidad asturiana. Necesitábamos una izquierda asturiana, y el nombre que le pusimos a la que nosotros fundamos fue ese; salió como muy fácil: Izquierda Asturiana. El nombre inicial que queríamos poner era Partíu Socialista Asturianu, pero ya estaba pillado desde la Transición.

Foto: David Aguilar Sánchez

Antes de fundar IAS, pasas por el Ensame, la UNA y Andecha Astur. ¿Qué recuerdo tienes de esos partidos?

El Ensame hacía honor al nombre: era un ensame y era la cosa más desorganizada del mundo. Pero era la llama que quedaba de lo que era una izquierda nacionalista. En febrero del ochenta y nueve (esto es deformación profesional; tengo buena memoria para las fechas) fue la asamblea fundacional de la UNA en la facultad que está en la plaza Feijóo.

Ensame más Xunta.

Sí. Se forma la UNA con esos dos partidos, pero la UNA dura poco más de un año. En verano del ochenta y nueve tenemos el primer congreso; por el medio hay dos elecciones, las europeas y las generales; y ya en marzo del noventa creo que es cuando se produce la expulsión del sector que no quería ningún tipo de acuerdo con el PAS.

Esa Coalición Partíu Asturista-UNA que concurre a las elecciones del noventa y uno, con Xuan Xosé Sánchez Vicente de candidato.

Yo estaba cercano a la gente que estaba en esa línea, y cuando nos expulsan, varios miembros de la Xunta Nacional, junto con otros militantes, fundamos Andecha Astur.

De donde también te vas enseguida.

Andecha no me convencía por dos razones. La primera, una cosa supongo que inevitable: en un partido que nace como escisión de otro, siempre es fácil la tentación de centrarse en denunciar la maldad del que te expulsó. Yo a eso no le veía mucho sentido. Decía: «Bueno, vale, perdimos la batalla. Montemos otra cosa y ya está». Pero pasaba otra cosa, que era ese discurso muy mimético, muy sectario, que vi siempre en buena parte del asturianismo. Un discurso radicalón, pero muy impostado; ser de izquierda porque es lo que toca, pero sin una profundizaión en ese discurso; funcionar a base de puras consignas. Yo venía de la cultura de los CJC; de esa cultura comunista del estudio, del debate ideológico profundo, a veces excesivo, sí, pero que me hacía rechazar eso que veía que era todo lo contrario. Las consignas. No me cuadraba. Y en enero del noventa y uno, ya estoy fuera. Marcho de Andecha y, a los pocos meses, empezamos a juntarnos un grupo muy chiquitín de gente que veníamos de toda esta historia; de haber marchado en momentos distintos. Entre ellos estaba Faustino Fernández Pereira, que fue el primer secretario general de la UNA, y estaba Iván Huerga. A primeros del noventa y dos, fundamos IAS.

¿Por qué os habíais opuesto al pacto con el PAS?

Porque veíamos al PAS como un partido de derechas. Ya en la UNA no estábamos muy agusto. Me hizo gracia la entrevista que le hiciste a Felechosa, cuando dice que cuando estaba en la UNA ya era de centro derecha. ¡La madre que me parió, por lo menos lo dice! (risas). Ya la UNA no era, o yo no veía que era, la izquierda que necesitaba Asturias, pero si encima ibas con «un partido asturianista interclasista y de progreso»… Y eso, en un momento que no era solo la crisis de la izquierda, sino la crisis asturiana. Estaba cerrando todo. Tenías esa sensación de liquidación por cierre, y decías: «¿Viénesme con estes movides de blandiblub?». No me entraba en la cabeza. No es que le tuviera manía al PAS, ni que considerase que el PAS no pudiera ejercer un papel positivo. Simplemente pensaba que tenían que ejercerlo los que estuvieran en esa línea política, no yo.

El modelo vasco: el PNV rebaña una pota y la izquierda abertzale otra.

Efectivamente, claro. Y hay cosas en las que puedes estar de acuerdo y otras en las que no. Si tú crees en «un partido asturianista interclasista y de progreso», móntalo tú, pero yo no voy a estar en él, porque no es lo mío. Nosotros nunca fuimos particularmente hostiles al PAS. Cuando, después, se rompió la Coalición Asturiana y la gente que se había sentido engañada por Sánchez Vicente se puso a soltar pestes del PAS, nosotros no las soltamos. No era nuestra guerra. Considerábamos que el PAS tenía su línea y su nicho y nosotros, la nuestra. Hasta llegamos a organizar juntos alguna cosa, después. En esto estamos de acuerdo, nos juntamos; en esto no, pues vamos por separado. No pasa nada. Pensar que sí pasa es otro de los errores históricos del asturianismo. Esa obsesión por unificarse enseguida, por montar un solo partido: «Total, somos lo mismo…». ¿Cómo que somos todos lo mismo? Espera, espera: vamos a valorarlo. Esa obsesión fue lo que llevó a una fusión entre el Ensame y la Xunta mal hecha. No es que la fusión no fuera necesaria, pero se hizo mal. Años más tarde, cuando se forme la segunda UNA…

2007.

Sí. Cuando se forme la segunda UNA, nunca segundas partes fueron buenas. Nos coaligamos IAS y un cacho de Andecha. Otra fusión mal hecha, como siempre pensando en las elecciones. El paso siguiente es juntarse con el Bloque, porque rompe con IU, pero sin pararse a pensar: «Vale, ¿para hacer qué?». La cosa sale mal y otro salto adelante: formamos Compromisu por Asturies. Veinte años repitiendo constantemente los mismos errores para acabar con los mismos resultados. Y cuando es el sapiazu final, marchan todos para Podemos. Pues nada.

¿Qué tal ha sido vuestra relación con Andecha?

Mala, evidentemente. Andecha nos veía como un competidor, y nosotros, muchas veces, no éramos capaces de resistirnos a contestar a esos ataques y provocaciones constantes. Teníamos ese debate: ¿responder a las provocaciones o pasar? A veces caíamos, y respondíamos. Era un error. A veces contestábamos ya dándonos cuenta de que era un error, pero no podíamos evitar caer en ello. Cuando aprendimos a ignorarlos, la cosa empezó a ir bastante mejor, para nosotros y no sé si para Andecha, pero desde luego para nosotros. Pero volvimos a lo mismo cuando Andecha rompe y aquel cacho de Andecha viene en coalición con nosotros.

«Al pasar los años, ves que mucha gente que te pasaba por la izquierda, que era muy “radicalona”, ahora te pasa muy por la derecha»

Andecha Nacionaliega, con la que formáis en 2007 aquella segunda UNA.

Sí: mientras se pegaban por la sigla, estos cogieron ese nombre. Fue todo bastante terrible. Que esa es otra. Toda esta gente que va de muy radicalona, cuando ven la luz, o ellos creen que ven la luz, suelen caer en un oportunismo político feroz. Al pasar los años, ves que mucha gente que te pasaba por la izquierda —porque Andecha decía que los de IAS éramos una banda de intelectuales socialdemócratas y regionalistas— ahora te pasa muy por la derecha. Pero mucho. O acabaron en Podemos, que es un partido muy centralista, por mucho que lo intenten vestir de otra cosa. Yo no me moví. Creo que tengo, que las tiene la gente de IAS, básicamente las mismas ideas que teníamos hace treinta años. Cometemos errores, muchos, pero, aunque nos acusaran de trepas, oportunistas, traidores y no sé qué más, tuvimos una trayectoria, en general, mucho más limpia que otros que de aquella se llenaban la boca.

En IAS han militado varios teóricos del celtismo asturiano, como Ignaciu Llope o Iván Huerga. Tú, sin embargo, no has sido demasiado celtista, ¿verdad?

Nunca fui particularmente celtista, no. Pero tampoco soy un negador del celtismo; no lo soy en absoluto. Hay un debate historiográfico sobre lo que es celta y lo que no. Yo siempre digo que, vamos a ver, si aquí tenemos nombres de dioses celtas, en toponimia y demás, algo de celtismo tuvo que haber. Esos dioses, salvo que estemos hablando del Canal de Historia, no vinieron ellos en un platillo volante, ¿no?

«Soy muy fan del romanticismo alemán, pero también tengo un poso racionalista ilustrado que me hace refrenar determinadas ensoñaciones»

Tarañes, en Ponga, viene de Tarannis; Beleño de Belenos…

Sí, sí. Hubo celtas aquí. Otra cosa es si el nivel de celtismo de Asturias es tan intenso como el de otras partes. Desde el momento en que tenemos una lengua que viene del latín, es evidente que no lo es. La celticidad, de hecho, seguramente fue mayor en otras partes de la península, pero allí los sustratos posteriores fueron mayores todavía y la borraron, y llegamos a la situación actual, en que, pues claro que hay restos de cultura celta en Asturias, y hay muchos rasgos de la cultura asturiana que no sé si son celtas o simplemente atlánticos, comunes a todo el Arco Atlántico, y que nos hacen tener una afinidad con otros pueblos del Atlántico. Pero de ahí a… Yo soy muy fan del romanticismo alemán. Pero también tengo un poso de racionalista ilustrado —será porque soy masón— que me hace refrenar determinadas ensoñaciones que ves a veces (y tampoco es que todo el celtismo sea igual, ni mucho menos: hay diferentes capas y niveles). Por otra parte, siempre tuve una admiración muy grande por Roma y los romanos, desde muy nenu, pero bueno: eso es una cuestión más estética que otra cosa. Los astures eran un pueblo mestizo de lo que era la población autóctona con varias capas indoeuropeas, y la Asturias de ahora es el resultado de múltiples influencias, de las que las fundamentales son la prerromana, ese componente celta clarísimo, y la romana. Somos la Romania atlántica. Yo siempre digo que los asturianos somos los rumanos de Occidente. A alguno que no sabe por qué lo digo le sienta mal, pero lo digo en el sentido de que somos un pueblo con múltiples influencias, que opera con todas ellas. Y sobre todo son esas dos. Las hay posteriores, pero son mucho menores. Influencia islámica seguro que hubo, pero está claro que es mucho menor que en Andalucía. Influencia goda, por mucho que algunos quieran, yo no la veo clara. Mi abuela se llamaba Benilde, pero porque era un nombre del santoral, no porque descendamos de un señor que se llamaba Chindasvinto y que tenía tierras aquí.

Y ¿cuál es el papel de la hispanidad en tu cosmovisión de Asturias; qué encaje debe tener Asturias en España y en el mundo hispano?

Empiezo por el final: ser independentista ahora en Asturias me parece imposible. En el mundo en el que vivimos, el mundo del capitalismo globalizado del siglo XXI, la viabilidad de un Estado nacional asturiano independiente con un millón de habitantes es la viabilidad de las repúblicas bálticas, o sea, ninguna. Te conviertes en una colonia. ¿Letonia es más independiente ahora que cuando estaba en la Unión Soviética? No, por supuesto que no. Cambiaron de capital, pero poco más. La viabilidad es mínima. Si yo hubiera nacido ciento cincuenta años antes…, o, mejor dicho, si tuviera una máquina del tiempo para ir ciento cincuenta años atrás, a 1870, igual era independentista asturiano, porque en la Europa victoriana sí era viable, como lo fueron otras cosas más inviables que esa. Y digo «si tuviera una máquina del tiempo» porque, si yo hubiera nacido hace ciento cincuenta años, pues estaría cuidando vaques en Carrespientes o en Carcarosa, y a lo mejor era carlista, o republicano, que también tengo algún familiar de pasado republicano, pero no estaría pensando en esas cosas. La realidad española es un tanto atípica en el continente por una razón: es un país muy diverso. Lo es como lo eran también Francia o Italia; lo que pasa es que hay Estados que, en el XIX, tienen más capacidad para formar un Estado nacional y planchar, uniformizar, el país. Que aun así, es un proceso muy largo, que lleva mucho tiempo: en Francia todavía están ahora acabando de conseguirlo en según qué sitios, como Occitania, y en otros todavía no fueron quien. En España, como es un Estado, no fallido, pero más ruin en ese sentido, no hay esa capacidad. Después, hay una tradición que me parece muy interesante, y creo que es lamentable que la izquierda actual no la tenga en cuenta, que es el republicanismo federal.

«¿Es Montenegro independiente? Por favor, es un chiste. Kosovo, un chiste peor todavía. ¿Queremos ser Kosovo? Yo desde luego que no»

Te iba a preguntar por ella. Es una reivindicación muy tuya.

Vamos a ver, los jacobinos… Tenemos una caricatura de los jacobinos como unos señores centralistas; solo nos acordamos de ellos por eso; de lo demás no nos acordamos. De hecho, ahora hay gente que tiene posiciones muy reaccionarias, pero va de jacobina. No, tú no eres jacobino: tú eres un reaccionario centralista, punto. No me cuentes milongas. El jacobinismo es una cosa mucho más seria que eso. Es Robespierre, pero es también la Comuna de París. Es Blanqui. Y esos son federales, son federalistas. De un federalismo distinto del de Estados Unidos, vale, pero hay un componente federalista. Y el jacobinismo al sur de los Pirineos es republicano federal. Son los que dicen: «Esto de la Revolución francesa de la libertad, la igualdad y la fraternidad, cómprotelo todo; la democracia, el sufragio universal, una política redistributiva con tendencias colectivistas según se va conociendo el socialismo, todo te lo compro. Ahora bien, eso del centralismo aquí no se vale. Yo te compro el discurso revolucionario, pero aquí es otra cosa». El republicanismo federal, aquí, no empieza con Pi y Margall: empieza ya con [José María] Orense. Y es una tragedia para el socialismo actual que parezca que todo empieza cuando llega aquí la AIT y, luego, la Segunda Internacional y empiezan a traducir del francés, que era lo que hacía el PSOE; que todo lo demás no exista. Antes, hay cosas muy interesantes que yo creo que son tremendamente útiles para interpretar el mundo actual, y concretamente para Asturias; para armar un proyecto claramente de izquierdas y a la vez realista, que permita articular un modus vivendi en el que se defiendan el autogobierno y la soberanía de Asturias desde una perspectiva federal, en un contexto más amplio. Estamos obligados al federalismo. Yo creo que no nos queda otro remedio. Bueno, pues vamos a hacerlo, y vamos a hacerlo desde nuestra identidad como asturianos. ¿Es Montenegro independiente? Por favor, es un chiste. Montenegro es un chiste. ¿Es más soberana ahora que cuando estaba en Yugoslavia? Por supuesto que no. ¿Kosovo…? Un chiste peor todavía. ¿Queremos ser Kosovo? Yo desde luego que no.

Hay gente a la que, con tal de ver su bandera ondeando y un cartel con el nombre de su país en la sede de la ONU, le da igual la independencia real, fáctica, que posea.

Efectivamente, claro, claro. Me parece absurdo. ¡Somos tan pocos que no tendríamos ni para poner embajadas! Tendríamos que poner al país entero de cuerpo diplomático. Yo no renuncio para nada a la idea de que mi país es Asturias y de que quiero un país soberano. Pero quiero que, soberanamente, se junte con los demás. En el mundo en el que vivimos, es necesario juntarse.

Y ¿juntarse con quién? ¿Cuál sería el límite? ¿Una República ibérica, con Portugal?

Yo creo que sí. Mira, una vez quitados todos los tópicos del nacionalismo español sobre Portugal, descubres que Asturias y Portugal tienen una gran afinidad. Hay este pasaje de Vistes lliteraries, de Milio Rodríguez Cueto, ¿lo conoces?

No…

Es maravilloso. Siempre lo cito. En Vistes lliteraries, Milio Rodríguez Cueto dice al final que Asturias —cito de memoria— está a mitad de camino entre Francia y Portugal no solo en el sentido geográfico, sino en el mental. De los franceses tenemos el chovinismo: el ser unos babayos, el creernos el ombligo del mundo…

Ja, ja. El grandonismo, ¿no?

El grandonismo, efectivamente. Y de los portugueses tenemos la señaldá, la saudade, el «¡ay, ay…!». Ahora bien: entre un châteu de la Val de Loire —dice él, y me parece maravilloso— y una calle cayendo a cachos de Lisboa, un asturiano siempre preferirá una calle cayendo a cachos de Lisboa (risas). ¡Dios mío, cuánta razón! Es verdad. Aquí en Mieres, hay más afinidad con Portugal todavía, porque hubo una inmigración portuguesa bastante notable. También en Cangas, donde viví un año.

Cangas del Narcea, ¿no?

Sí. Esa afinidad con Portugal, descubres que es mayor en la izquierda que en la derecha, y que es mayor en Asturias que en otros lugares. En otras partes de España no es así. Recuerdo una vez que, hablando con hermanos vascos, masones, les chocaba la querencia que toda la gente de mi logia tiene por Portugal. No es que les pareciera ni mal, ni bien, pero era como: «¡Anda!». Les sonaba exótico. Para ellos era un mundo muy ajeno. Volviendo al tema, sí, hombre, el iberismo es una aspiración razonable. Bueno, razonable… ¿Qué es razonable ahora? Pero no es imposible. En el XIX, el republicanismo, tanto el portugués como el español, era iberista. Hay dos tipos de iberismo, como sabes: el rollo binacional, España-Portugal, y el rollo plurifederal, con capital en Lisboa, por supuesto, que era lo que teorizaban los iberistas portugueses. Tengo algún libro por ahí que menciona los estados de una hipotética federación, y aparece Asturias. El iberismo también es una forma de que Asturias tenga una voz propia.

Asturias no deja de ser, también, la cuna de Portugal (risas).

Bueno, lo de la cuna de… Pero bueno, sí. Guimarães, que es una ciudad de la que estoy enamorado totalmente, y a la que fui este cumpleaños —fui yo solo— a ver amanecer, la fundó un asturiano, el conde Guimarán. Hay una huella asturiana en Portugal que no está de más que tengamos presente. Incluso históricamente, tanto Gonzalo Peláez como Alfonso Enríquez, ¿a quién piden ayuda? A Portugal. Y Portugal, con tal de aliviar la presión de Castilla, ayuda en lo que haga falta. «Lo que quieras, toma, a ver si me dejan estos en paz». En fin, el iberismo es razonable. Si me preguntas si creo posible una federación de naciones celtas con capital en Dublín, pues te digo que no.

Foto: David Aguilar Sánchez

Dedicas tu doctorado justamente a la cuestión del republicanismo federal y la defensa de la autonomía de Asturias, de la que había empezado a ocuparse, dentro del asturianismo, la Fundación Nueva Asturies y los trabajos de Pablo San Martín. IAS es quien empieza a reivindicar esa tradición más en serio. El CNA, ENA, XNA o Andecha no lo habían hecho, ni lo harían.

En las bases constituyentes de Izquierda Asturiana ya aparece Pi y Margall como una de las fuentes de nuestro pensamiento. Son del año noventa y cuatro. Luego ahondamos más en ello, pero desde el principio dijimos: sí, sí, socialismo, marxismo, todo lo que quieras, pero lo de antes también. Efectivamente, mi tesis va de eso. Quería ser sobre corrientes federalistas en general; básicamente, el republicanismo federal y el carlismo; todos los intentos autonomistas que hubo.

No pudiste escribirla en asturiano.

Acabé la carrera en el noventa y cinco y no me puse con el doctorado, porque, primero, quería trabajar; no verme en la dinámica de meterme en una beca de estas y terminar la tesis con treinta y cuatro años, que de aquella ni cotizabas a la Seguridad Social. No quería ser el doctor Zapico, pero no tener trabajo. Me fui de interino a Guadalajara e intenté hacer el doctorado, me matriculé, pero fue imposible. Tenía una cantidad de horas de trabajo tremenda. Aprobé una asignatura nada más; no me pude apuntar a nada más. Cuando vuelvo a Asturias, en 2001, es cuando me animo otra vez. El trabajo de investigación, acotado al Diecinueve, me lo dirige Carmen García, que es muy hostil al asturiano. Para encima, meto en el tribunal a [José] Girón y a [Francisco] Erice, que tampoco se caracterizan por ser de la Xunta Pola. Pero tenía muy buena relación con los tres, y no me pusieron ningún problema: eso hay que decirlo. Carmen, a veces, me riñe; me dice «por tu culpa, se ríen de mí en la facultad». Pero siempre fue tremendamente ecuánime. Ya cuando me daba clase, que yo ya estaba fichado como el bablista de la facultad, conmigo siempre tuvo un trato impecable. Le tenía mucho aprecio a mi padre, que es una cosa que a veces… Siempre digo que a mí hubo mucha gente que me trató muy bien, sin yo merecerlo, por ser hijo de mi padre. Llamarse igual también ayuda. Lo viví mucho en el Ayuntamiento. «Ah, coño, tu yes el fíu de…», y ya se predisponían en tu favor, sin tú haber abierto la boca. Pues nada, me pongo con la tesis. Pero la Universidad empieza a ponerme problemas. El departamento, cuando vio que estaba en asturiano, dijo «hostia, ¿qué es esto? Vamos a preguntar». Y preguntaron al secretario de la Universidad, que era [Ignacio] Villaverde, que dice que de eso nada. Pido hasta una carta como de amparo, de súplica, al rector, Juan Vázquez, y me dice poco menos que me vaya a la mierda. Entonces vamos a los tribunales. Me lo lleva la asociación Oficialidá: Felechosa. Perdemos en primera instancia al Tribunal Superior de Justicia de Asturias, vamos al Constitucional y el Constitucional declara como que no es cosa suya, y viene a decir «vete a Europa si quieres». Ahí paré, porque ya me parecía absurdo.

«No voy a ir a Estrasburgo con esto», ¿no?

Claro. Y además estaba muy enfocado en sacar la plaza. Siempre tuve esa obsesión de asegurármela. Mi plaza de profesor de instituto es la garantía de mi independencia política. Me decía: «Cuando saque la plaza, ya me meteré con la tesis». Pero la plaza no cayó hasta 2010. Luego tenía a mi mujer fuera, con lo cual estaba desplazándome cada poco, yendo y viniendo. En 2012, me liberaron en el sindicato, y me dije: «Bueno, así tengo tiempo para la tesis», pero hosties. Tres años en SUATEA, en plena época de recortes… Ni tesis ni nada. Luego salgo concejal: olvídate. Cuando dejo de ser concejal, digo: «Pues ahora vuelvo con la tesis». Pero llega una pandemia mundial (risas). Ahora sí que volví. No me matriculé todavía, pero tengo intención de volver. Hablé con Carmen, y estoy con ello. Lo que pasa es que también retomé mi pasión por el cómic, pero bueno: prometo que estoy con ello (risas).

«Eladio Carreño es ese republicano ejemplar que sacrifica toda su vida por la causa; un referente ético»

Volviendo al rescate que ha intentado hacer IAS de la memoria del republicanismo federal, otra cosa que hicisteis fue reivindicar como referente a Eladio Carreño.

Referente, no como teórico, porque no lo era. Tampoco nos vamos a inventar algo que no existió. Eladio Carreño era el hombre de Pi aquí. Que ya es bastante, ¿eh? Lo reivindicamos sobre todo como ese republicano ejemplar que sacrifica toda su vida por la causa. Fue un gran propagandista; montó varios periódicos. Dirige el partido, y elabora dos constituciones: la primera, la del setenta y tres, que por desgracia no tenemos. Sabemos de ella porque, cuando murió, en los obituarios decían que en 1873, en plena República, había elaborado un proyecto de Constitución para Asturias. La segunda es la del ochenta y tres.

La que rescató Sergio Sánchez Collantes, ¿no?

Sí. Cuando se refunda el Partido Federal, hay una campaña para una nueva Constitución, federal, porque el proyecto de 1873 lo había hecho Castelar, que ni siquiera era federalista. Pero se dice: vamos a hacer primero los proyectos de Constitución de los estados de la federación. Y ahí es cuando se da todo ese proceso que rescató Sergio. Estaba en venta en eBay, me parece. Fue Gausón [Fernande] el que me llamó la atención sobre ello, y me descargué las imágenes, en las que no se veía casi nada. Al final, el hombre que lo vendía, como no era capaz de venderlo, se puso en contacto con Sergio, y gracias a Dios, o, mejor, gracias a Sergio, se rescató y se editó; no tuve yo que dejar la vista intentando sacar la Constitución de aquella descarga borrosa de eBay. Pues bueno, eso. Eladio Carreño es un referente, no tanto ideológico, como político, ético; como la demostración de que hubo gente que pensó una Asturias distinta. Siempre nos pareció que el asturianismo estaba falto de referentes y que los buscaba fuera, no porque no los hubiera, sino, muchas veces, porque tampoco investigaba. Cuando yo empecé a acercarme a esto del nacionalismo pequeñoburgués, me llamaba la atención que se pusiera como modelo la Doctrina asturianista de 1918.

«La carencia de referentes por no saber buscarlos llevaba a chifladuras como convertir a Belarmino Tomás en Patricio Lumumba»

Un texto conservador, vinculado a las pretensiones proteccionistas de la burguesía minera después de que el carbón asturiano, con el fin de la primera guerra mundial, dejara de ser rentable.

Sí, sí. Un texto muy interesante, súper interesante, a nivel historiográfico, pero hombre, estás en el Ensame… ¿Qué quieres que te diga? Esto no me vale para mucho También se caía en los tópicos de la izquierda estatal de despreciar toda la izquierda anterior al socialismo moderno. «El republicanismo es pequeñoburgués, así que esto, ni miro para ello». Esa carencia de referentes por no saber buscarlos fue lo que llevó a caer en el mimetismo, o en chifladuras como convertir a Belarmino Tomás en Patricio Lumumba. Con Andecha, teníamos mucha bronca por ese esencialismo terrible, por el que nosotros no pasábamos ni de coña. A veces pudimos ser un poco crueles ensañándonos con él, lo cual seguramente nos hacía ganar más odio. Pero es que ese tipo de barbaridades, no es ya que hicieran daño a Andecha Astur, que eso no nos importaba: hacían daño a la causa que defendíamos en general. El asturianista, el discurso asturianista, era una caricatura. Cuando nosotros empezamos a acercarnos a IU, veías que soltabas el discurso completo de IAS en un mitin y la gente de IU te aplaudía encantada. Dices: «Bueno, ¿entonces?». A lo mejor es que la idea que tenían del asturianismo era una idea que otros fabricaron. Y evidentemente, no tiene que ser así.

¿Qué lectura hacíais, hacéis, vosotros de la revolución del treinta y cuatro? ¿Qué significa ese momento para vosotros, desde la perspectiva asturianista?

En los noventa hablábamos de Asturias como un marco específico de lucha de clases. No fue una revolución nacional, por supuesto, ni una revolución anticolonial, por supuesto. La República de Obreros y Campesinos de Asturias solo existió en la emisora de Turón que la proclamó, punto. Belarmino Tomás no fue presidente de ninguna República. Nunca se tituló ni se reivindicó como tal. Vamos a ser serios. Ahora bien, lo que se demostró es que aquí había condiciones objetivas y subjetivas para una revolución socialista; y en el resto del país, no. Por varias razones. Una de ellas es que aquí había armas, y fuera, no. Y dinamita. En Albacete, por muy heroicos que fuesen, no tenían eso. Luego, aquí había una clase obrera como muy de manual, muy concentrada: un ejército industrial muy politizado. Y el rollo unitario. Cataluña tenía más papeletas para una revolución social, porque era un país más industrializado, pero había una hegemonía de la CNT, que no se fiaba del PSOE (y no me extraña, ja, ja, ja). En el País Vasco también estaban más divididos. No se daban las condiciones. Se dan aquí.

La tormenta perfecta.

Sí. De la revolución del treinta y cuatro hay mucho escrito, pero hay, todavía, mucho que escribir, y cosas muy, muy interesantes que aprender de ella. Es una revolución obrera químicamente pura. Son obreros de manual, de mono azul, metalúrgicos, mineros, la fuerza de choque. Hay más cosas: en Grao hay ganaderos comunistas, una cosa como muy… «¡coño!». Pero el núcleo duro, muy grande, son obreros. Y lo son los dirigentes. En las revoluciones socialistas que conocimos, aunque fueran revoluciones obreras, pocos dirigentes eran de extracción obrera. Aquí lo son todos. Belarmino Tomás, todos los dirigentes de la CNT, los del PSOE, Amador Fernández, [Ramón] González Peña… son obreros. Y hacen una revolución de vanguardia compartida cincuenta años antes de que se empiecen a teorizar estas cosas. Que yo sepa, donde primero se empieza a teorizar es en El Salvador, cuando se monta el Frente Farabundo Martí con varios grupos de izquierda que empiezan a decir: «Bueno, ¿quién es la vanguardia: tú o yo? Hala, vanguardia compartida». Eso aquí se hace con la Alianza Obrera y es muy interesante. Hay mucho que aprender, que poner en valor. El valor, la utilidad, de la unidad, por ejemplo. Hombre, el contexto es muy distinto del de ahora. Ya no hay mineros. Sigue habiendo obreros del metal, siguen existiendo el capitalismo, la explotación; hay, de hecho, más obreros ahora que en el treinta y cuatro, en el sentido de trabajadores asalariados, pero el contexto aquel es irrepetible. Pero se puede aprender de él. Nosotros, como asturianistas, lo reivindicamos como algo de lo que estar orgullosos. Fue una revolución en la que se fue hasta el final cuando otros no iban. «Pa una vez que m’arremangué, tol culo se me vio». Mayormente, fue una venta absoluta, por la incapacidad, por la incompetencia, de la dirección del PSOE y de la UGT, que dejaron a la clase obrera asturiana con el culo al aire, aunque también hay que reconocer otro tema interesante: fue una revolución obrera de manual dirigida por dirigentes socialistas reformistas, que venían de colaborar con Primo de Rivera, pero que cuando les tocó hacer la revolución, dijeron «sí, señor», se lo creyeron, y la hicieron.

Ya. Sí.

Una clase obrera muy asturiana, además. A ver, «muy asturiana»… Como si hubiera muy asturianos y poco asturianos, ¿no? Pero lo digo en el sentido de que, joder, mira, ahí está el picu Polio [Faustino señala los montes que se ven desde su casa]. Y allí, mi padre con cinco años y sus hermanos, en 1934, estaban viendo, ellos y medio pueblo, media Carcarosa, que era donde vivían de aquella, cómo asaltaban el cuartel de La Rebaldana, en Turón, que entre los que lo asaltaron estaba mi abuelo, el padre de ellos. Era una clase obrera monolingüe la mayor parte de las veces, más asturiana que el carru’l país, aunque, evidentemente, fueran militantes anarquistas o comunistas o socialistas, con un ideal universal.

Pienso que esa singularidad de un liderazgo obrero de la revolución obrera tiene que ver también con la impronta de los ateneos, que aquí fue muy fuerte. La ilustración obrera. A Mieres se la llamaba la Atenas del norte.

Claro, claro. ¿No fue Valle-Inclán el que lo dijo una vez que vino? Creo que vino al valle de Turón en los tiempos de la República, y quedó tan encantado que dijo que Turón era, sí, una especie de Atenas. Hombre, se vino arriba, tampoco sería eso (risas). Pero sí es verdad que había un ateneo obrero en Ablaña, que había un ateneo obrero casi en cada pueblo, y eso generó una cultura colectiva. Una cultura colectiva que estaba por encima de las afiliaciones. Había pueblos que eran un monocultivo: todos del PSOE, o todos del PCE, o todos de la CNT. Pero aunque todos en tu pueblo fueran de la CNT, cuando bajabas a la romería estabas con los del PSOE y no te andabas pegando con ellos; o trabajabas con ellos en la mina, en el pozu. Los ateneos, por cierto, quienes los empiezan son los republicanos. El de Xixón lo funda Eladio Carreño. Lo fundan él y un grupo de burgueses, pero, cuando está montado, dicen: «Proponemos que en los estatutos ponga que, de aquí en adelante, en la junta directiva solo puedan estar obreros». Un gesto muy, muy interesante. Aquí, en les cuenques, es verdad que el republicanismo como tal impactó menos en ese sentido. Esa labor ateneísta la hace ya el movimiento obrero, fundamentalmente el socialista, aunque en la cuenca del Nalón también la CNT.

Esa idea de que todos éramos un poco lo mismo. Hace poco leí que, inmediatamente después de la revolución soviética, se resignificó un obelisco zarista en Moscú. Se rasparon los nombres que tenía y se grabaron otros; una especie de santoral global de la revolución. Ahí estaban Voltaire, Jaurès, Bakunin, por supuesto Marx, Campanella, Winstanley…

No lo sabía, pero me encanta (risas). Me recuerda a cuando miras los nombres que se ponían en la logia El Trabajo de Trubia. En la masonería, ya sabes que es muy común tener un nombre simbólico…

¿Cuál es el tuyo, si no es indiscreción?

Silvano. El que vive en la selva. Por esto, por la matona [Faustino señala la vegetación que rodea su casa]. Pues bueno, en El Trabajo había uno que se llamaba Voltaire, que era muy común: Voltaire se hizo masón poco antes de morir. Pero ves un Garibaldi, ves Rousseau, ves Marx, ves Bakunin… Hace poco estuve en un congreso en Lisboa sobre el centenario del PCP, y hubo una ponencia interesantísima sobre la masonería. Resulta que en los años treinta, a pesar de que la Internacional ya prohibía a los masones afiliarse a los partidos comunistas, ves logias en las que los nombres simbólicos son Lenin, Stalin, Trotski… ¡Los tres en la misma logia! (risas). La peña era como: «Ye igual, va too pal mesmu llau. A mi gústame esti y pongo esti, que me presta». Los anarquistas, cuando entran aquí en Asturias, entran citando a Pi y Margall. Formaba parte de un imaginario. A mí me parece muy positivo, en el sentido de: oiga…

Un ecumenismo de la emancipación.

Claro. Sin por ello apropiarte de lo que no eres, ¿no? Me hace gracia cuando Izquierda Republicana se reivindica de Pi y Margall y de Azaña. Es como: hombre, eso es un poco contradictorio. Como decir que soy de Stalin y de Trotski. No, mira, de las dos cosas no puedes ser. Puedes tenerle respeto a los dos por diferentes razones o lo que sea, pero hombre: a Azaña el republicanismo federal le parecía una abominación. Así lo dijo por escrito. Fue el que retó a los federales en el Frente Popular. Era un centralista que entendió muy bien a Cataluña, o mejor que otros, pero nada más.

Foto: David Aguilar Sánchez

Volviendo a tu partido, a IAS puede aplicársele lo que Patrick Zimmerman denominó nacionalismo lingüístico. A veces se os ha definido como un partido de filólogos, aunque tú no lo seas. El día que más militantes movíais, históricamente, era el Día de les Lletres.

Eso es una realidad, sí. No queríamos que lo fuera, pero así era. Intentábamos diversificar. En cualquier movilización a la que íbamos, y no eran solo las de la oficialidad, sacábamos un panfleto con la posición del partido. Pero el tema lingüístico levantaba unas pasiones que otros no levantaban tanto. Quiero creer que ya no pasa tanto. No porque el asturiano despierte menos pasiones, sino por una cuestión de edad. Fuimos creciendo y, por un tema de puro ciclo vital, nos fuimos enfrentando a más cosas; nos fuimos dando cuenta de que lo del asturiano es muy urgente, pero otras muchas cosas también. Donde también cojeamos mucho siempre fue en el tema del feminismo. De eso, pecó el asturianismo en general.

Es un mundo muy masculinizado. Todos lo son, pero este lo ha sido de manera particular.

Sí, mucho, mucho.

En cuanto a candidatos y militantes y también en cuanto a voto. No solo en Asturias. Desde siempre, los partidos nacionalistas han solido recibir un voto muy mayoritariamente masculino.

Bueno, en el PNV, tengo la sensación de que, desde hace bastantes años, la mitad de la afiliación son mujeres. Los que mandan igual son paisanos, pero…

Y, en Bildu, se ha avanzado mucho en esta cuestión en cuanto a las candidaturas. Se han feminizado mucho. En parte, por convencimiento. En parte, por un intento, parecido al del Sinn Féin, de dulcificar la imagen de la izquierda abertzale; de desengancharla de la imagen del guerrero, del pistolero. Y en parte, por la imposibilidad legal de que formara parte de las listas gente que hubiera estado en las de la vieja Batasuna, que obligó a buscar caras nuevas. Pero esa feminización es algo nuevo, reciente.

Es una realidad. Y tenemos que hacer autocrítica. Es así.

Y ¿por qué pasaba? ¿Qué espantaba o no atraía a las mujeres de vuestros proyectos?

[Se lo piensa] No sabría decirte, sinceramente. ¿Para qué te voy a contar una milonga? No lo sé. No sé si el asturianismo no fue capaz de generar espacios cómodos para las mujeres. El asturianismo más caricaturesco podía corresponderse bastante con la imagen de lo que llamaríamos ahora un machirulo. En IAS, no creo que pecáramos de esto particularmente; sinceramente no lo creo. Pero es verdad que, a la hora de teorizar sobre feminismo, cojeábamos mucho. Algo se hizo, pero no era de forma sostenida. Empezamos a generar algo más de discurso en torno a esto cuando el partido creció y había más brazos para dedicar a más cosas. Se llegó a montar un grupo de moces y muyeres de IAS en el que estaban Yolanda Huergo y más gente, pero al año siguiente se marcharon prácticamente todos de MIAS, y eso quedó congelado. En la segunda UNA, no recuerdo que hubiera particularmente un trabajo en torno a esto. Sí algo de presencia en los 8 de marzo. Yo llevo yendo a los 8-M muchos años, pero bueno, más a título individual que como partido.

¿Qué hay de la carencia de presencia obrera en un partido como el vuestro, que reivindica la lucha y la memoria obrera? ¿Os preocupaba, la intentabais paliar…?

Bueno, clase obrera lo éramos nosotros, ¿eh? Éramos chavales que, según íbamos acabando de estudiar, marchábamos fuera. Llegó un momento en que la mitad de la militancia estaba fuera de Asturias.

Las leyendas urbanas de Areces.

Sí, sí. Las leyendas urbanas empezaron antes de que Areces dijera aquello. Se habla de la generación Villalpando, pero yo soy de la generación Villardefrades. El ALSA a Madrid, antes que en Villalpando, paraba en Villardefrades. La carrera de historia, cuando yo me metí, tenía la tasa de paro más alta de toda la Universidad. El ochenta por ciento de los licenciados en historia seguía en el paro cinco años después de acabar la carrera. Filología no creo que estuviera mucho mejor. Éramos clase obrera precaria, es verdad que titulada. El trabajo sindical era mucho menor de lo que debería ser, fuera del tema de la enseñanza, donde sí que tuvimos desde el principio un sindicato de referencia, que era SUATEA, donde estábamos todos. También había gente en Comisiones. Pero sí: éramos un partido, no de intelectuales, sino de licenciados, que es otra cosa. La caricatura a veces era real. Nos faltaba el enganche con los sectores de la clase obrera que están en un taller, por decirlo así. Luego, gente joven que entró y que a lo mejor no tenía estudios, y tenía trabajo precario, ese trabajo precario solía ser en el sector servicios, Telepizza y estas cosas.

Reivindicáis el 25 de mayo frente al 8 de septiembre como Día de Asturias, algo que os distingue del PAS, de Andecha, de las posiciones históricas de la Academia (no así de Conceyu Bable, que sí apostaba por esta celebración…).

Sí, y mira: en esto, IAS, que nunca se convirtió en un partido de masas, ni mucho menos, fue capaz de impregnar a sectores de la izquierda y de la sociedad. Nuestro discurso sobre el 25 de mayo sí tuvo cierto éxito. Se convirtió en patrimonio de la sociedad asturiana; trescaló. Podemos apuntarlo como algo que hicimos medio bien. No renegamos del 8 de septiembre, que está claro que es una fecha identitaria que está ahí. No porque se celebre la batalla, que evidentemente no: es el nacimiento de la Virgen lo que se celebra. Pero forma parte del imaginario colectivo y eso hay que tenerlo presente. Pero hombre, cuando tú, encima, te reivindicas como republicano laico… Por más que adornes eso, no deja de ser, estrictamente, una fiesta religiosa. El 25 de mayo, sin embargo, tiene todas las papeletas para ser una fiesta muy chula. Es una fiesta, para empezar, como muy transversal, o que puede serlo. El 25 de mayo puede reivindicarse desde la extrema derecha, por aquello de «el pueblo que se alza a defender a su rey frente a la invsasión extranjera»; desde la perspectiva carlista, desde la liberal, desde la republicana… Y joder: es una fecha en la que se declaró la soberanía de Asturias. Y se declaró por presión popular. ¿Qué más queremos? ¡Es cuando se inventa la bandera! ¿Qué mas papeletas tiene que tener esto para ser el Día de Asturias soñado? Que desde el actual Gobierno asturiano se haga un intento de reivindicar el 25 de mayo, a nosotros nos presta. Creo que es positivo, sobre todo para popularizar la fecha entre la población; que la población sepa lo que pasó aquel día.

¿Qué representa Covadonga para vosotros, para ti? ¿Es un mito del que creas en su resignificación, aunque prefieras destacar la gesta antinapoleónica, o no hay nada que rascar ahí?

A ver, está Covadonga como mito y luego está Covadonga como hecho histórico. Como mito, el mito de la Reconquista, pues evidentemente no. Que un noble godo escapó y que no sé qué milagro… Eso nun hai per onde lo garrar.

Pero puede pensarse en un señor local que se levanta frente a un invasor extranjero.

Y que no quería pagar impuestos (risas). Como la independencia norteamericana. No queremos pagar impuestos. A ver. Está claro que algo pasó, porque, a partir de ahí, aparece el Reino de los Astures, que se llama Reino de los Astures, lo cual da una idea de… Yo no creo que haya que reivindicar el reino asturiano, que es un producto de su tiempo, pero tampoco que haya que hacer lo que esa izquierda que dice: «¡No, por Dios, Covadonga es lo peor: se celebra el nacimiento del feudalismo!». Vamos a ver, ho. Vamos a ver las cosas en su contexto. Aquí lo que tenemos es una gente que no admite una dominación extranjera. Porque no quieren pagar impuestos, seguramente, pero bueno: es así. Y hombre: a Pelayo lo eligen princeps en una asamblea. Bah, hay cosas peores. Por lo menos lo eligieron: no es como Felipe VI, que vino porque heredó. No vamos a poner «Pelayo» en el obelisco que hagamos, pero tampoco hay que tenerle una hostilidad tremenda. Covadonga, hay que resignificarla, por supuesto. Y combatir el discurso absurdo del nacionalismo español. Pero sin caer en la chifladura contraria. «¡Pelayo, creador del Estado asturiano…!». No, hombre, un Estado asturiano no fue. Bastante tenían con sobrevivir. El Estado es una cosa más seria. Estado era el Imperio romano de Oriente; eso sí que era un Estado. Luego intentan reproducirlo o imitarlo aquí, en piquiñino. También el carolingio. Y oye: tú comparas el Oviedo de Alfonso II y el Aquisgrán de Carlomagno y tampoco hay tanta diferencia de tamaño. Ni tan mal. Y es un reino con sus contradicciones internas: la revolución de los siervos que se menciona en las crónicas, la quema de mago que se menciona con Ramiro, que era un señor bastante desagradable… Hay cosas interesantes. ¿Reivindicar el Reino de Asturias en clave política de izquierda asturianista…? No, no tiene sentido. Dar por bueno el discurso covadonguista, tampoco. Lo que tiene sentido es pensar que esto forma parte de nuestra historia; que la Asturias actual es heredera de ese tiempo, y ese tiempo quedó en el imaginario colectivo; es una identidad colectiva que se transmite de generación en generación, y que eso es importante. Álvaro Cunhal escribió un libro sobre la batalla de Aljubarrota, y no creo yo que la monarquía bajofeudal portuguesa fuera el sóviet de Petrogrado, precisamente. Las cosas hay que verlas en su contexto.

Foto: David Aguilar Sánchez

Os presentasteis en solitario a algunas elecciones, siempre con resultados pobres. ¿A qué los atribuíais?

A que éramos cuatro y no teníamos un duro. Hombre, seguro que tampoco éramos los más guapos, ni los más listos. Me gusta pensar que lo éramos, pero a lo mejor no lo éramos (risas). Siempre fuimos bastante prudentes. No queríamos ir a las elecciones para darnos el sapiazu. Cuando íbamos, íbamos sabiendo que no íbamos a sacar nada, pero pensando que podía ser políticamente útil, para dar a conocer el nombre, para ganar reconocimiento, para que se te afilie gente… La primera vez que fuimos a elecciones fue con el BIA, en el noventa y nueve, con resultados muy pobres. Luego vinieron las generales; resultados también muy pobres. Luego nos salimos del BIA, porque estaba en una dinámica política que no nos gustaba.

El Bloque de la Izquierda Asturiana. ¿Por qué no os gustaba?

Fue una unión forzada por las elecciones, como siempre. Con la INA sí había buena relación.

¿La INA era…?

Izquierda Nacionaliega Asturiana, una escisión de Andecha. Los de Rafa [Palacios], para entendernos. Con el PCPE, que era la tercera pata de la coalición, no es que hubiera mala relación, pero el PCPE hacía el papel del PCPE: quería arrimar el proyecto del BIA al de ellos, y era razonable. El problema es que nosotros éramos un poco pánfilos para eso. También que se confundió el programa máximo con el mínimo; que, como la INA venía de Andecha, pesaba sobre ellos un poco la losa, o creían que pesaba sobre ellos la losa, de tener que demostrar que… Un rollo muy izquierdista en el mal sentido del término, ¿no? Que se note que somos súper rojos. Al final había una especie de pinza en el medio de la cual estábamos nosotros; y nosotros parecíamos los blandos socialdemócratas, cuando no lo éramos tanto. O igual sí, no sé. El caso es que nuestra gente estaba incómoda. Se dio una dinámica bastante sectaria y pecamos de no saber oponernos a eso. Al final, lo que hicimos fue marchar, porque no teníamos las herramientas políticas o ideológicas para encarar ese debate. A las elecciones de 2004, las generales, fuimos solos, sabiendo que, evidentemente, no íbamos a sacar nada. Pensábamos que íbamos a sacar más, pero coincidió el 11-M, y eso ya fue tremendo. Los resultados fueron muy ruinos: ochocientos votos, que no es nada. Pero perdimos el miedo a ir solos, a mostrarnos tal cual, con nuestro discurso. Antes, en 2003, autonómicas y municipales, es cuando se monta el Bloque por Asturies, y negociamos con ellos, pero no llegamos a entrar.

¿Por qué?

Por la cosa que tuvimos nosotros siempre de «nada de unificaciones». Autonomía política e ideológica y, a partir de ahí, alianza con quien haga falta, pero esto de empezar a fusionarnos no nos convencía, no acabábamos de verlo. Y menos mal, porque luego es cuando sale el pacto de Gobierno PSOE-IU-BA, que a nosotros sí que no nos gustó, porque considerábamos que no valía para nada más que para engordar el arecismo. Lo que sí hicimos en 2003, es verdad, fue presentarnos a las municipales en Piloña y Mieres. Aquí en Mieres, en coalición con Los Verdes; y en Piloña, solos. Los resultados no fueron malos. En vez de presentar diez listas y que pase esto que a mí siempre me dio mucha vergüenza, que es lo de presentar una lista de once en un conceyu y sacar siete votos, porque vas con paracaidistas y demás, dijimos: nos presentamos solo en sitios donde podamos hacer una lista con gente de la zona, y focalizar las perras que tenemos, que son cuatro, en eso; machacar ahí. En Mieres, los resultados no fueron malos. Dignos. Y en Piloña, tampoco. A la segunda, de hecho, sacamos el concejal allí, en 2007. Pero nos duró veinticuatro horas, porque nos lo compró el PSOE.

«Sacamos un concejal en Piloña, pero nos duró veinticuatro horas, porque nos lo compró el PSOE»

Ahí va, ¿sí? No sabía esa.

Había empate, creo que seis PSOE, seis PP. Y el nuestro. El PP era la lista más votada. Y la misma noche de las elecciones ya vemos al concejal nuestro negociando en la trastienda de su ferretería con el alcaldable del PSOE. No era que no quisiéramos negociar, pero, hostia, tú negocias porque estás en un partido. Este hombre llegó y nos lo presentó todo guisado: «Voy a ser vicealcalde y me voy a liberar. Cierro la ferretería, porque no puedo estar a todo». Fue como: perdona, ¿cómo es esto? Entramos en una dinámica que no era de recibo. Estuvimos dos meses tratando de reconducir la situación y, cuando vimos que no se podía reconducir, lo echamos, y con él se fue media agrupación. Nunca dura la alegría en casa del pobre (risas). Pero nos demostramos a nosotros mismos que podíamos construir un proyecto local con éxito, desde la nada. Duró poco, vale, pero vimos que se podía; que podíamos triunfar con el discurso nuestro, sin disfrazarnos de lagarterana, sin decir barbaridades, con un discurso asturianista de izquierdas, centrado en el pueblo, sin paracaidistas. Vimos que era posible hacer las cosas de otra manera, aunque luego no fuimos capaces de repetirlo (risas).

En 2007 se monta Unidá; en 2008 se monta la segunda UNA; en 2012 renunciáis a integraros en Compromisu por Asturies.

En 2007 vamos con Andecha Nacionaliega como Unidá, que en 2008 se transforma en una federación de partidos llamada Unidá Nacionalista Asturiana, sí. Que ya, mal, porque algunos decíamos: vamos a ver, la UNA del ochenta y nueve se llamaba nacionalista porque la palabra no tenía tan mala prensa como tendría después. Hay que ver las cosas en su contexto histórico. Son veinte años. Pero es que, para encima, la UNA acabó como acabó.

No se está convocando el recuerdo de un éxito.

Claro, claro. Pero bueno, los de Andecha querían eso. A nosotros, en IAS, no nos gustaba, pero dijimos: bueno, vale. La idea que teníamos era que fuera un bloque unitario, pero que IAS tuviera vida propia dentro de él. Pero al final no fue así. La realidad, también, es que, cuando eres un partido pequeño, la cosa da para lo que da. Entramos en una dinámica de congelación. Mucha gente en IAS estaba molesta. Decíamos: «Hostia, ¿cuándo nos reunimos? ¿Cuándo elaboramos discurso, debate político?». En IAS seríamos unos mantas, pero teníamos discurso, porque teníamos debate político. Por otro lado, hacíamos una crítia muy dura al Gobierno de la llamada izquierda plural, y teníamos la esperanza de que hubiera un argayu desde el Bloque e Izquierda Unida hacia nosotros de gente que, desde dentro de esas organizaciones, hacía esa crítica; que no estaba de acuerdo con gobernar con Areces, que no hay que olvidar que era Areces. La esperanza estaba puesta en [Francisco Javier García] Valledor, y parecía que el bloque iría detrás.

¿Que Valledor dejara Izquierda Unida y se uniese a vosotros?

Sí. Estamos hablando de otoño del diez. Al final el Bloque rompe, pero Valledor, en diciembre o así, cuando parecía que estaba todo a punto de caramelo, se echa a un lado. Lo que queda es solo el Bloque, y con la idea de poner el Bloque como por delante, y hay una gente que decimos que, joder, esta gente que acaba de romper no hace la menor autocrítica sobre el papel que jugaron en un gobierno con Areces. Valledor, por lo menos, sí lo hacía; hacía la reflexión de que eso había sido un error. Pero estos otros salían muy contentos de haber gobernado con el PSOE, y ahora venían para acá y querían que nosotros nos pusiéramos detrás de ellos. A mí y a otra gente que habíamos dado la cara durante años, haciendo esa crítica dura, no nos llevaba el papu decir una cosa y al día siguiente decir la contraria. Yo eso no lo podía hacer, por dignidad personal y por coherencia mínima. Pero en la UNA había una clara mayoría a favor de la unidad con el Bloque al menor precio, y al final se aprobó. Vamos a 2011, y en 2011 el resultado no es malo, pero las expectativas eran muy altas. Yo creo que Rafa [Palacios] llegó a verse de diputado, o por lo menos quedando cerca.

Foto: David Aguilar Sánchez

¿Cuántos votos sacasteis?

Sobre seis mil. Tampoco era un desastre, pero cuando las expectativas son muy altas, la desilusión es mayor. Y el problema es que al año siguiente son las elecciones del doce; las anticipadas de Cascos. Después de que en ese año no se hiciera prácticamente nada, se repite la candidatura, y el sapiazu fue horroroso. No sé cuántos votos fueron, pero como mil seiscientos. Un desastre. La solución, entonces, vuelve a ser la huida hacia delante. ¡Fusión! Vamos a hacer una federación de partidos; el Bloque y la UNA. Pero como la UNA ya es una federación de partidos, ahora hay que fusionar la UNA. Tienen que fusionarse Andecha Nacionaliega e IAS. Los de Andecha Nacionaliega estaban encantados, porque ya no querían saber nada de Andecha Astur; ya habían perdido la sigla. Pero en IAS no queríamos eso. Hubo unos meses —estamos hablando de la primavera del doce— de debate interno fuerte. Ahí sí que nos reactivamos, y empezó a haber reuniones y tal. Estuvimos al borde de la ruptura; de una ruptura gorda, porque había una mayoría en IAS para no entrar en la nueva cosa, en Compromisu, pero no la había suficiente para salir de la UNA. Una especie de empate; un estar al borde de liarnos a palos y que reventara todo. Al final, pactamos una escisión. Estaba la cosa en sesenta-cuarenta, y pactamos que la gente de IAS que quisiera ir para Compromisu se diera de baja en IAS y la UNA se transformara en un partido que se federara en Compromisu. E IAS esperaría un mes o dos para salir públicamente como IAS.

Un divorcio amistoso.

Doloroso, como todas las rupturas, pero amistoso, sí. Por lo menos, no acabamos como otras escisiones en la izquierda, más traumáticas. Bueno. Se monta Compromisu. Lo que se llevaba entonces era Compromís… Pero entonces aparece Podemos, y se van para allá rápidamente. Supongo que al principio estarían ahí de forma organizada, pero después me dio la impresión de que se diluyeron para un lado o para otro. Nosotros dejamos de seguirles la pista y quedamos un poco en standby.

¿Cómo vivisteis vosotros el nacimiento de Podemos?

Fuimos a alguna reunión para ver qué era aquello…

«En la UNA hubo un debate interno sobre el 15-M en el que se vino a decir que eso era una mierda, pero, en pocos meses, algunos de los que lo decían parecía que habían inventado el 15-M ellos»

Te corto para empezar más atrás. ¿Cómo habíais vivido el 15-M?

Yo estuve en el 15-M; en el 15 de mayo de 2011. Acababa de abrir mi blog y saqué un artículo diciendo que el 15-M había una mani, y que estaba muy bien, que era muy interesante. No estaba para nada metido en el 15-M, pero me llegó la convocatoria y me pareció interesante. Varios militantes de IAS estuvimos ese día; precisamente los que no estábamos participando en la campaña electoral de Bloque-UNA. Que mira: en la UNA hubo un debate interno sobre el 15-M en el que se vino a decir que eso del 15-M era una mierda, pero en pocos meses, algunos de los que lo decían parecían que habían inventado el 15-M ellos… En fin. Yo participé en el 15-M en Mieres, pero bueno, tampoco mucho. Hubo compañeros que estuvieron más implicados. ¿El 15-M? Yo creo que aportó cosas positivas y otras cosas que no, para nada. Sirvió para politizar a gente que, de otra manera, no se hubiera politizado. Sirvió para atreverse a decir lo que la izquierda no se atrevía a decir: «Lo llaman democracia y no lo es», «PSOE, PP, la misma mierda es»… Y el tema de reivindicar la plaza y el debate público, que, en el fondo, es republicanismo de base. Pero había otras cosas que no eran aceptables: «No somos ni de izquierdas, ni de derechas», «Los de abajo contra los de arriba», «Sobran políticos»… Yo decía: huy, huy, huy, ya empezamos. Y luego, esta cosa de inventar la asamblea. Hombre, la asamblea ya está inventada, no la inventaste tú. Y no hay cosa más fácil de manipular que una asamblea. No me vendas la moto.

¿Podemos, entonces…?

Participamos en las primeras reuniones: septiembre, octubre del trece, una cosa así. En La Madreña. Nos estuvimos reuniendo periódicamente hasta febrero, que fue cuando nos despegamos. Tuvimos un debate interno, hicimos un informe, lo hicieron varios compañeros, y al final llegamos a la conclusión de que no era el camino que queríamos seguir.

Supongo que toda la reivindicación de la idea de patria, de resignificar los símbolos españoles, etcétera, os pondría de uñas.

Sí, pero bueno, sobre todo la forma organizativa. Esto de una cosa centralista en torno a un Amado Líder… El rollo populista latinoamericano, pero el malo, ¿no? Nos parecía terrible. Y ahí fue cuando empezó el acercamiento a IU, o más bien el acercamiento de IU a nosotros. Éramos de lo poco que quedaba por ahí que no se había metido en Podemos.

¿Cómo se produce ese acercamiento?

A través de Mieres. En las elecciones municipales de 2015, me llaman a mí. Estaba ya viviendo aquí, y me proponen ir en la lista. Yo dije que por mí, bien, pero que yo estoy en un partido; y dijeron: «Vale, pues todos para acá». Negociamos. En Mieres y en Morcín. El primer pacto es ese, pero ese mismo año, al final, hay elecciones generales, y es cuando IU está muy sola, en el sentido de que Podemos es la Estrella de la Muerte: todo el que se acercaba, entraba y ya no salía. Desde Madrid, sacan lo de Unidad Popular, y hay que converger con alguien, pero en Asturias dicen: «Hostia, y aquí, ¿con quién convergemos?». Dicen: «Bueno, hay uno que salió ahí en Mieres…». Fue así. Realmente fue así. Nosotros siempre fuimos muy críticos con IU, sobre todo por el tema de la subordinación al PSOE, pero sentíamos cierta afinidad con ellos en el sentido del discurso de clase. Al margen de que luego fueran más reformistas o lo que fuera, el discurso entendíamos que, en eso, era el nuestro. Un discurso de clase. Al final, los nacionalistas pequeñoburgueses son los que dicen: «No, no: discurso de clase, no me vengas con milongas».

¿Fue arduo el debate dentro de IAS sobre si armar ese pacto?

No, la verdad es que no. Y me sorprendió. Yo era casi de los más… No diría reticentes, pero bueno, tenía mis dudas. Pero la gente estaba en que sí, que para allá. Nosotros dijimos que, vale, esto es como un elefante y una hormiga, pero queremos visibilidad. No queremos ni candidatos, ni tal, pero sí que se vea que estamos aquí.

El logo en el cartel y demás.

No tanto el logo como que, oye, que la gente de IAS participe en los mítines. Y entonces fue cuando participé yo en el mitin aquel con Garzón.

En Gijón, ¿no?

Sí. Eso sirvió para que la gente más cercana a Podemos me cogiera una cierta tirria, pero también para que la gente de IU que no conocía Izquierda Asturiana nos conociera y viera que teníamos un discurso que la gente de IU entiende. A partir de ahí, pues bueno: son las elecciones de 2016, las de Unidos Podemos, el pacto de los botellines, y de repente nos vimos ahí, porque íbamos en la mochila de IU, como quien dice. Pero cuando se repitieron las elecciones, ya no quisimos estar. Nos sentíamos como ahora con Sumar: no acabábamos de verlo nada claro. No creemos en los clubes de fans, ni en la indefinición política por sistema. De Podemos, vimos y dijimos desde el principio que el problema era que, como Podemos fracasase —y fracasaría, porque lo que prometía no lo podía cumplir—, como fracasase esta aventura populista —que a ver, el término populista está tan mansuñáu que me da un poco de pereza usarlo, pero bueno—, lo que quedase después sería el fascismo o la ultraderecha. Y no es que tuviéramos grandes profetas: tampoco había que ser muy espabilado para darse cuenta. Al final, pasó lo que decíamos, y es terrible. Y luego hay otra cosa que nos revienta bastante.

¿Cuál?

El discurso este de la crítica a IU por gobernar con el PSOE, que nosotros compartimos, pero que de repente se sustituye por la aspiración máxima de ser la muleta del PSOE en Madrid. ¿Es malo ser la muleta del PSOE en Asturias y es bueno serlo en Madrid? Precisamente en un gobierno de coalición a nivel estatal, tienes que hacer muchas más renuncias políticas y programáticas que a una escala autonómica o local. Renuncias tremendas, y que tienen consecuencias. Lo ves, no solo en Unidas Podemos, sino en toda la izquierda de la Unión Europea: cuando entran en gobiernos de coalición de socio minoritario, en política exterior, a lo que no se da importancia, las renuncias son terribles, como se ve en el caso de la guerra de Ucrania. Y más cosas. La reforma laboral quedó en la cuarta parte de lo que se prometió. ¡Y es un avance! Hay que reconocer que es un avance. Pero en otras cosas… La ley mordaza, la ley de educación, que es una bazofia que si la llega a aprobar el PP estaríamos todos en la calle: de hecho la aprobaron en plena pandemia para que no nos diera tiempo ni a leerla, y ahora que la estamos leyendo estamos quedando a cuadros. Estas cosas hay que decirlas. Nosotros no podemos estar de acuerdo con eso. Y no lo decimos en nombre de la pureza ideológica de una extrema izquierda de la que nunca formamos parte, ni quisimos formarla. Lo hacemos desde la posición nuestra de siempre. Si al final los socialdemócratas nacionalistas pequeñoburgueses están haciendo críticas de izquierda a esto, pues hostia: o mucho cambio el mundo, o mucho cambiaron ellos.

Foto: David Aguilar Sánchez

¿Vuestra posición es no pactar con el PSOE bajo ningún concepto? ¿O hay situaciones en las que lo admitiríais?

A ver, ahora hay una ventana de oportunidad que tiene que ver con un objetivo estratégico para nosotros, que es la reforma estatutaria. Aquí en Asturias, se perdió la reforma estatutaria de la época de Zapatero. No hubo consenso precisamente por el tema del asturiano, pero otros reformaron y siguieron adelante, y ya pasaron veinte años. Los retos que tiene Asturias son muy gordos. Necesitamos un nuevo estatuto, no solo para la oficialidad, que por supuesto, sino para más cosas. La cuestión es si este PSOE está dispuesto a ello, que es lo que está por ver. En esta legislatura, parece que no lo estaban mucho, o por lo menos estuvieron jugando ahí un poco a que si sí, que si no, que si tal vez, y al final fue que no. La reforma estatutaria, incluyendo la oficialidad entre otras cosas, sería una victoria sobre la Transición a nivel social aquí en Asturias. Por eso la prensa reaccionaria de Madrid se movilizó tanto con este tema. Ellos sí entendieron la importancia que tiene, como lo entendieron Javier Fernández, Rodríguez-Vigil y toda la carcundia del PSOE.

Javier Fernández llamó, de hecho, a Bieito Rubido para suplicarle que el Abc diese caña con el tema.

Claro. Pues como ellos dicen que no, eso ya es razón suficiente para decir que sí. ¿Dónde hay que firmar? Sí que es verdad que gobernar con el PSOE, a ver: en todas las coaliciones hay un coaligante y un coaligado. Y evidentemente, el que hace más concesiones es el coaligado. Otra cosa es si lo que consigues es estratégicamente relevante. Eso es lo que hay que tratar. Aquí, los gobiernos del PSOE con Izquierda Unida sirvieron para una cosa como el salario social, que es muy importante; para una política de vivienda que sí fue muy positiva… Eso hay que reconocerlo. Pero al mismo tiempo, implicaron contribuir a, o callar ante, toda la hegemonía del arecismo; todo el comederu que se instaló en las cuencas mineras y en Asturias entera. Eso fue así y es terrible. Nosotros siempre hablábamos de la dinámica del hermano mayor y el hermano menor, que también tiene un correlato sindical. Eso no gustaba mucho, pero lo decíamos como lo veíamos. Ahora, ¿qué cambió? La naturaleza del PSOE, no. Pero el PSOE ya no es el PSOE arrollador de otro tiempo. Ya no tiene la misma capacidad social y política que tenía en los años noventa. La agrupación socialista de Mieres tenía mil afiliados; ahora tiene la mitad, y para rellenar una lista tienen más problemas que IAS. La gente no se quiere poner.

Eso, me consta que ha pasado en Gijón. Poner al cuarto o al quinto de los nombres que se barajaban, porque todos los anteriores declinaban.

Y antes había bofetones para ver quién se ponía. La situación no es la misma. Y a lo mejor sí es posible o es positivo, sabiendo también que te metes en un campo minado, que eso lo tengo clarísimo, y tampoco a vender motos, un gobierno de izquierda plural que como mucho será un gobierno de centroizquierda, o progresista, palabra que odio, pero que a lo mejor en este caso sí valdría, otra cosa es que lo fuera (risas). En Asturias, ahora, tenemos por primera vez un presidente que es consciente de que es presidente de Asturias, no de una comunidad de vecinos, ni un alcalde de no sé dónde. No está mal. El problema es que el listón está tan bajo que cualquiera lo salta. Si de ahí puede salir un gobierno de coalición que sirva de vector para una reforma estatutaria positiva para Asturias, a lo mejor compensa. O no, a lo mejor es volver a lo de siempre. Lo terrible es ver cómo toda la izquierda cayó ya en el discurso de la inevitabilidad del acuerdo con el PSOE, y en Podemos, que tenía esa esquizofrenia de que lo que le valía en Madrid no le valía en Asturias, resulta que, ahora, las dos corrientes están a lo mismo. Al final, ¿qué era esto? Tenemos que reflexionar todos. Y también considerar que la derecha que tenemos ahora es mucho más agresiva que hace unos años, y la izquierda está mucho más desarbolada. No hubo capacidad para generar un discurso de izquierdadura, fuerte y viable y a la vez creíble, y estamos ante el riesgo de la italianización.

Una izquierda ausente de los parlamentos, refugiada en librerías, centros sociales autogestionarios, editoriales y comunidades de consuelo varias.

Claro. Yo siempre seguí mucho lo que pasa en Italia. De hecho, estuve suscrito varios años a una revista de Rifondazione Comunista. Al final, acabé borrándome, porque aquello era una comedia. Decían una cosa y al año siguiente iban y hacían exactamente lo contrario de lo que llevaban un año diciendo, y así tres años seguidos. Absurdo. A mí me da mucho miedo acabar así, y creo que podemos ir en esa dirección. La nueva política avieyó con una rapidez tremenda. Y yo no me alegro; no es que yo crea en la izquierda rancia, o que los de IAS seamos una banda de cincuentones revenidos. Lo seremos. Pero no nos alegramos de ese fracaso, porque lo que está pasando con Podemos, no es que sea malo para Podemos —que lo es, por supuesto—, sino que es malo para Asturias. Desmoviliza. Es voto que se pierde para la izquierda, y es militancia, trabajo, compromiso de gente que salió de debajo de las piedras y ahora vuelve a meterse porque quedan hasta las narices. Eso me parece horroroso.

Foto: David Aguilar Sánchez

Entre 2015 y 2019, eres concejal en Mieres, donde gestionas las concejalías de Participación Ciudadana, Educación y Política Lingüística. Esta última, con cero euros de presupuesto y teniendo a la trabajadora del Serviciu de Normalización Llingüística con contrato temporal y mal pagado. ¿Qué tal esa experiencia institucional?

Intensa. Agotadora. Sin un euro, sí, porque el Ayuntamiento estaba en quiebra técnica. En la siguiente legislatura, la cosa empezó a ir un poco mejor, pero en esa mía estábamos en economía de guerra. Desde el principio me dijeron que nada de liberación, así que yo trabajaba en lo mío por la mañana, que por un lado bien, porque eso es la garantía de tu independencia, como decía, pero, por la tarde, tenía que ir al Ayuntamiento. Así que fue estresante a más no poder. No me daban las horas; me pasé cuatro años a todo lo que daba y, aun así, con la sensación de que llegaba tarde a todos los sitios, de que no era suficiente. Pero bueno, bien. Una experiencia interesante. Necesaria, para empezar, porque, como una cosa es predicar y otra dar trigo, me pareció bien, yo que llevaba toda la vida en la oposición, saber cómo es esto de gobernar. En el equipo estaba muy agusto. De lo que te das cuenta es de lo tremendamente lenta que es la Administración. Es una cosa terrible lo que cuesta sacar adelante proyectos, por la propia dinámica de la burocracia. Por la tarde, además, el Ayuntamiento está vacío, no hay nadie, así que más despacio todavía: tienes que tirar de otros compañeros para que te resuelvan las papeletas, y sobre todo de Manu [Álvarez], el vicealcalde. Evidentemente, no conseguí todo lo que quería, pero sobreviví, entre otras cosas porque tenía muy buenos compañeros, tanto en el instituto como en el Ayuntamiento. Aquellos años eran los del tripartito en Uviéu, tenían tensiones gordas, y yo pensaba: «Hostia, si para encima tengo que estar en esa situación, reviento directamente». Con la gente de Izquierda Unida, desde el principio fui uno más. Creo que me veían como el exótico, pero bueno, la relación fue muy buena. Hice muy buenos amigos.

¿Qué cosas hiciste?

En Política Lingüística, como había economía de guerra, no se gastaba, pero se hicieron cosas. Los tribunales nos tumbaron las ordenanzas de uso del asturiano, pero lo gracioso es que todo eran cosas que ya se estaban haciendo. Cuando me lo comentó Aníbal [Vázquez], le dije: «Joder, que lo lleven, ¿qué más nos da? Si sal que sí, decimos: mirái cómo teníamos razón, carapijos. Y si sal que no, ¡qué vergüenza, esto demuestra que fai falta la oficialidá!» (risas). Al mismo tiempo, creo que lo que se hizo fue predicar con el ejemplo. La programación de cultura siempre estuvo en asturiano; no era una cosa que hiciera IU: ya con el PSOE estaba en asturiano. Pero se empezó a normalizar más aún ese uso, o se empezó a hacer en más ámbitos. Y luego, pues bueno, que un concejal interviniera siempre en asturiano cada vez que le ponían un micrófono delante, en cualquier pleno, en cualquier comisión, ya era en sí un aspecto de normalización. Evidentemente, muchos menos de los que uno quisiera, pero se dieron pasos.

¿Y en tus otras responsabilidades?

Las de Educación son básicamente que las escuelas no caigan. Y luego, poner comedores en todos los centros públicos de Mieres, lo que fue un avance creo que muy positivo. En Participación Ciudadana sí que hice menos de lo que yo quisiera, porque al final eso acaba siendo una especie de parapeto de las quejas vecinales. Pierdes tiempo real de algo más serio que sí se hizo después, cuando yo ya no estaba, con Delia [Campomanes]. Y luego, en Memoria Democrática, sí que estoy contento. Reflotamos el Premio Pozu Fortuna, que estaba a punto de desaparecer por la dinámica que había en la asociación. Conseguimos que volviera el PSOE, cosa que era importante al margen de la opinión que yo tenga del PSOE, teniendo en cuenta que fue una cosa que hizo cuando estaba el PSOE. Era una cuestión de justicia elemental que participaran y estuvieran agusto.

«Cuando dejé de ser concejal, me di cuenta de que el poder engancha, aunque sea a escala local»

En la siguiente legislatura, no quisiste repetir.

No, por lo que te decía, por lo agotador. También porque, luego, se planteó ir con IU también en las autonómicas, y los compañeros dijeron que, en la lista, tenía que ir yo. Yo dije que, si voy en una lista autonómica, no voy a ir en la municipal: no voy a ser yo el candidato para todo. Así que fui de número seis en la autonómica, un puesto en el que sabes que no sales. La verdad es que no eché de menos ser concejal. Eché de menos a la gente, porque eran amigos, y los ves menos. También me di cuenta de que el poder engancha, aunque sea a escala local. No es que me enganchara muchísimo: digamos que fueron dos meses de echar de menos el estar como en el ajo, pero luego ya no. Pero te das cuenta de eso, ¿no? Por otro lado, sabes que dejas aquello en buenas manos. Lo están haciendo muy bien. Pero mucho. Estoy particularmente contento de ser vecino de Mieres. Creo que tenemos una de las mejores corporaciones de Asturias, y no creo que me pueda el patriotismo local: lo creo de verdad. Hay cosas muy evidentes y otras que no se ven tanto, claro, pero, por ejemplo, lo reconocida que está en toda Asturias la labor que se hizo en cultura, haber vuelto a poner a Mieres en el mapa, es para estar muy orgullosos, y eso tiene nombre y apellidos: Juan Ponte. Y no es solo eso: hay más cosas. Hombre, la Administración sigue yendo despacio, pero eso, aquí y en Tapia de Casariego, seguramente.

Faustino Zapico. Foto: David Aguilar Sánchez

IAS, hoy, está, si no me equivoco, en una situación difícil, de merma de militantes —algunos se fueron a IU o Podemos, pero otros no— y problemas para el relevo generacional.

Cuesta. Ahora está empezando a llegar otra vez gente más mozo. Nosotros fuimos un partido muy generacional, mucho. Se nota. Al principio está bien, porque los problemas de tu generación son los problemas de tu partido: guajes sin un duro, precarios. Pero luego cuesta hacer ese relevo. Tuvimos nuestras crisis, además. MIAS se rompió porque no querían juntarse con Andecha Nacionaliega.

Moisés Cima, Iyán González… ¿no?

Sí, todos esos. Te quedas congelado varios años. Y luego recuperas la soberanía política, pero estás como un pulpo en un garaje. Organizativamente, siempre fuimos un desastre. Fuimos buenos a nivel propagandístico, pero, en lo organizativo, muy mantas. Las cosas como son. Es un problema que seguimos arrastrando. Ahora parece que empieza a acercarse otra vez gente más joven. Nos hace falta. Para darnos otra perspectiva, para que nos pinchen… También nos haría falta que entraran más moces, y que nos pinchen todavía más. Más mujeres, que tengan una perspectiva feminista. Necesitamos ese debate político. Lo tenemos, ¿eh? Dentro de la poca cosa que somos, sí que fuimos a generar una cultura de partido. Aunque estemos mucho tiempo sin vernos, ante el mismo problema nos salen las mismas consignas, y yo creo que eso es positivo.

¿Qué te parece Aína, este nuevo proyecto que parece que nace con la vocación de tomarse las cosas con calma, no correr a presentarse a elecciones, etcétera? Me contaron, en Cantabria, algo parecido de Cantabristas. Van creciendo poco a poco, echando raíces. No sé si Aína se ha inspirado en ellos.

¿Aína? Creo que es positiva la forma en que se están formando, efectivamente. Con tranquilidad, sin prisas electorales. Pero al mismo tiempo, vuelvo a ver mucho mimetismo. Y hay otra cosa que no me gusta. La etiqueta posmoderno seguramente sea incorrecta, pero a mí no me convence un proyecto que me diga «somos feministas, ecologistas, no sé qué, no sé cuánto… y de izquierda». No, hombre. Para mí, el socialismo es la suma de todo. Yo me niego a poner al mismo nivel «somos de izquierdas» y «somos animalistas». No, oiga, no. Eso no lo acepto.

«La centralidad de la clase es fundamental. Somos socialistas. De la clase se deriva todo lo demás»

¿La izquierda como una identidad más entre varias? ¿Crees que se peca de eso?

Sí. Yo creo en la centralidad de la clase, y manda huevos que lo digamos los nacionalistas pequeñoburgueses (risas), pero la centralidad de la clase es fundamental. Somos socialistas. De la clase se deriva todo lo demás. Otra cosa son las libertades republicanas, en las que también creemos. Lo republicano es más que quitar al rey. Es una concepción. Nosotros somos socialistas porque somos republicanos; el socialismo nos parece la evolución lógica del republicanismo; la concreción real de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Lo que yo no acabo de entender es meterlo todo en el mismo saco. Me parece reproducir, a otra escala y en otro momento, con un discurso más radical y lo que se quiera, los errores de Podemos; los de una izquierda que renuncia a la transformación social porque no se atreve, o porque no cree en ella. Es algo que arrastramos desde que cayó el socialismo real en los años noventa, algo que yo reconozco que me traumatizó mucho, muchísimo. Lo de Yugoslavia, ni te cuento: eso ya era tirarse de los pelos, que en aquel entonces todavía tenía. Renunciamos a superar el capitalismo y ya se vende como la hostia derogar parte, ¡parte!, de la reforma laboral de Rajoy. Que es un avance, repito, pero… La transformación social va quedando en nada. De nacionalizaciones ya ni hablamos, por supuesto. Pero luego resulta que eres muy beligerante para defender los derechos de tercera generación. Y a ver. Los derechos no existen: existen las conquistas y la capacidad para mantenerlas. El derecho a voto no es algo dado por Dios. La libertad de conciencia, el derecho a no ir a misa, como quien dice, o a que no sea obligatorio bautizarte, se conquistó. Eso, si lo pierdes, pues ya no tienes derecho. ¿Existen los derechos raciales? Pues aquí no, porque decidimos que eso es una estupidez, pero en Sudáfrica, por ejemplo, lo eran, porque se conquistaron. Hubo una conquista de unos a costa de otros, por supuesto. No sé. Cuando tú eres muy beligerante en según qué cosas que tú interpretas como derechos, pero para otras, para enfrentarte a la oligarquía, o en política exterior, eres como un gatín… A mí eso me parece terrible y me da miedo, porque al final lo que genera es desafección en la izquierda.

Eres experto en Sudáfrica, país sobre el que publicaste un libro: Historia de Sudáfrica: el nacimientu d’una nación. ¿Por qué ese interés? ¿Qué te resultaba, qué te resulta, interesante de ese país?

Soy de la generación que, cuando estaba en el instituto, Sudáfrica salía dos o tres veces por semana en el telediario.

El final del Apartheid.

Bueno, el final… La campaña a partir de que Pieter Botha intenta reformar la Constitución en el ochenta y tres, y reactiva un movimiento de la hostia, el UDF y la de Dios. Salía mucho en los medios. Y en mi instituto, recuerdo que hablábamos mucho en el tema. Nos parecía una marcianada absoluta que hubiera un país en el que, por ser negro, no pudieras votar. El tema me interesaba. Empecé a leer sobre ello. No existía Internet, pero cuanto más leía, más me interesaba; iba encontrando cosas súper interesantes. Un país en el que había un millón de indios, de indios de la India: esos qué hacen ahí, ¿no?

El propio Gandhi pasó por Sudáfrica.

Sí, sí. Luego estaba la historia de los boers, que me parece una historia épica alucinante, aunque luego fueran unos cabrones: qué gente más valiente, qué cosa más interesante La conquista de los boers, cuando emigran de Ciudad del Cabo hacia el interior, es el equivalente de la conquista del Oeste norteamericana. En vez de enfrentarse a los indios, se enfrentan a los zulúes, y es una movida de la hostia. Luego, encima, tenían aportes de hugonotes franceses: oh, Dios mío, ¿qué más se le puede pedir al mundo? Empiezas a leer también sobre la historia del movimiento obrero sudafricano. Buscas en la biblioteca. Luego, como mi padre era militante del PCPE, recibíamos la revista Internacional, que se editaba en Praga, del movimiento comunista internacional, y en la que salían informes un poco terribles, pero muy interesantes de leer, del Partido Comunista Sudafricano. Me parecía todo alucinante, tanto a nivel historiográfico como político. El fin del Apartheid en Sudáfrica es, de todas las luchas de los ochenta, noventa, en plena crisis del socialismo mundial, la que acabó en empate. Esa y el fin de la guerra en El Salvador, con un acuerdo de paz que por lo menos no acabó en masacre ni movidas así. La izquierda, aquí, siempre está más vinculada al tema de América Latina, por la afinidad cultural. Pero a mí me dio por Sudáfrica. Empecé a investigar y, en el año noventa y cuatro, estando yo acabando cuarto de carrera, me presento al Premio Fuertes Acevedo de Ensayo con una historia de Sudáfrica. Ese año, el premio quedó desierto. Luego me enteré de que nos habíamos presentado dos. La otra era una moza con un tema de filosofía. Tiempo después me enteré de que alguien del jurado había dicho que eran claramente traducciones de trabajos de la facultad, cosa que me pareció muy mal, porque no era así. Era como: tú ¿qué pensarás que se estudia en la Facultad de Historia, compañero? Yo creo que estaban todavía en la dinámica de que el asturiano era para hablar del asturiano o, como mucho, de Asturias, no de Sudáfrica, ni de filosofía. El libro quedó ahí parado.

Y ¿cómo se acaba publicando? 2008, ¿no?

Sí. Cuando Araz decide sacar libros, se acuerdan del libro mío aquel y me llaman. Me dicen: «Joder, ¿cómo no le das una vuelta?». Yo encantado. ¡Ahora, con Internet, hay una cantidad de datos…! El Gobierno de Sudáfrica tiene unos portales de historia acojonantes, donde puedes descargar un montón de documentación. Una maravilla. Pues bueno, amplié el libro y lo saqué. Curiosamente, era el primer libro que se editaba sobre Sudáfrica después de que cayera el Apartheid en la península ibérica. Para encima, con un apéndice documental de textos traducidos que, que yo sepa, en su mayoría no están traducidos a ninguna otra lengua peninsular.

O sea, que el que quiera consultarlos, los tiene que leer en asturiano.

Bueno, o en inglés, claro.

Quería preguntarte también por tu afición al cómic, por tus propios pinitos en el género. Algo comentabas ya antes.

Soy de una generación que creció con cómics. Siempre me gustó mucho, y  se me daba razonablemente bien dibujar, pero de aquella no había bachillerato artístico ni nada de esto. Empecé a publicar en El Esperteyu, con Xune [Elipe] y Maniegu. Fui mejorando el trazo y llegué a plantearme hacerme dibujante de cómics, pero no sabía ni para dónde tenía que ir, y decidí que me gustaba más la historia. Pero siempre quedé con las ganas de dibujar más. En la carrera, seguí dibujando. Luego empiezas a trabajar y entras en otra dinámica. Pasa el tiempo y no dibujas. Cuando me liberé en SUATEA, volví a dibujar. De hecho, la primera semana de liberado, como no sabía lo que tenía que hacer y estábamos en pleno proceso de la LOMCE, me pusieron a dibujar carteles contra la LOMCE. Me sentía mal, en plan: hostia puta, me están pagando por esto, esto no puede ser legal. Claro que era legal, estabas trabajando de ello, pero esa sensación de… ¿cómo me van a pagar por dibujar? (risas). Luego es cuando entro en el Ayuntamiento, y ahí olvídate, pero lo que sí hice fue la traducción de El príncipe de Maquiavelo. Estoy ahora con el ensayo introductorio. El caso es que dejo el Ayuntamiento y digo: «Bueno, ahora a dibujar otra vez». ¡Pero empecé a ver mal de cerca! Soy miope desde los siete años, pero encima empecé a ver mal de cerca. Así que me dije: bueno, ahora sí que tengo que ponerme a dibujar, porque, si no, cuando saque tiempo voy a estar como un topo. Estoy con ello. Hago ilustraciones, estoy haciendo un cómic de ocho páginas, entintándolo ya, sobre el 25 de mayo… Tengo un montón de cosas a medio hacer. Hombre, si al final me pongo a dibujar en serio, no seré un dibujante de cómics, sino un historiador que dibuja cómics, lo cual tiene que ser lo más horrible del mundo, porque claro: eres muy repunante. Pero es una cosa que siempre quise hacer y ahora estoy sacando tiempo para ello. Al mismo tiempo, estoy con lo de Maquiavelo: la interpretación de El príncipe a lo largo de la historia. El príncipe para la Iglesia católica, para los liberales, para Gramsci, para Mussolini…

Qué interesante. Nos queda una cosa más para acabar la entrevista. Tu militancia en SUATEA.

Yo decidí en segundo de BUP que de mayor iba a ser de SUATEA. Eran las huelgas del ochenta y siete; estaba en el CEN. Y entre las muchas actividades que hacía la Coordinadora de Estudiantes, hubo una mesa redonda sobre educación. Participamos ahí varios, no sé si lo organizamos nosotros o nos invitaron. Y por SUATEA, apareció ahí una mujer de pelo extraño —siempre se lo digo— que decía ser catedrática de francés: Beatriz Quirós. Aquello me gustó mucho y decidí que de mayor iba a ser de SUATEA. No es broma: lo decidí ahí. Mi padre era de Comisiones desde el sesenta y dos, desde el principio, desde las huelgas de aquel año, pero renegaba de Comisiones. Fue militante hasta el final, pero siempre decía que eran unos blandos. Para mi padre, desde los Pactos de la Moncloa, aquello ya estaba mal.

Militante, pero no simpatizante. Eso existe.

Ja, ja, sí. Él fue delegado sindical. Después de jubilado, anduvo con el sindicato de pensionistas. Estuvo de secretario de la unión comarcal, montó hasta una huelga de jubilados en el pozo minero de Teverga, porque no les daban el vale minero de carbón. Consiguió parar el pozo con los jubilados. En fin, un activista sindical de Comisiones de toda la vida, pero para él eran unos blandos. Yo vi que había otra cosa, que era SUATEA, y que para encima era así como medio asturianista, ¿qué más se podía pedir? Me afilié nada más acabar la carrera, antes de empezar a trabajar, en octubre del noventa y cinco. Luego me fui a Guadalajara y pasé la ficha a STE-CLM, que es el sindicato de Castilla la Mancha. Estuve de responsable sindical allí. Cuando volví, volví a SUATEA. Ahora vuelvo a ser delegado sindical. En el mandato anterior no lo fui, pero este volví a salir. Estoy liberado un día a la semana, este es el tercer año que estoy. No sé si volveré a estar liberado a tiempo completo. No quiero que me quite tiempo para estas otras cosas que comentábamos. Pero es un sindicato en el que estoy muy agusto. Los resultados electorales no acompañan al esfuerzo que le echamos, pero aún así, estamos entre los cuatro grandes. En estas últimas, quedamos los terceros.

«Si Burundi copia el sistema educativo de Finlandia, no se va a convertir en Finlandia: seguirá siendo Burundi. La educación es reflejo de la sociedad en la que está»

¿Qué valoración haces de la situación de la educación pública?

Es fundamental defenderla. SUATEA es el sindicato de la escuela pública. Lo tengo clarísimo. La educación no es, como se dice muchas veces, lo que nos salva de todo. Es reflejo de la sociedad en la que está. Si Burundi copia el sistema educativo de Finlandia, no se va a convertir en Finlandia: seguirá siendo Burundi, porque el papel de Burundi en el capitalismo internacional es uno, y el de Finlandia es otro. Que no nos cuenten milongas. Ahora bien, la escuela pública es compensadora de desigualdades. Por eso me parece terrible el desmontaje que se está haciendo de la escuela pública, y que lo esté haciendo este Gobierno, más aún. La LOMCE era una mierda, la LOMLOE, otra mierda, y hay que decirlo así. Hay un proceso de quitarle la responsabilidad a la gente que es tremendo. Si le quitas la responsabilidad a la gente, van a ser irresponsables toda la vida. Sé que esto suena muy rancio, pero es como lo veo. La derecha utiliza de forma muy hipócrita la cultura del esfuerzo: coño, esfuerzo ninguno, son todos herederos. Pero si de la escuela pública haces un laissez faire, laissez passer, y en vez de transmitir conocimiento lo disfrazas todo para que todo dios libre, para que las estadísticas digan que va todo muy bien, estarás creando una generación con unas carencias educativas graves. Esto ya viene de atrás. La generación que se dice «más preparada de la historia» no lo es: es la más titulada. No es que en la mía fuéramos más listos: no lo éramos. Pero si dices que tienes siete másteres, en realidad no tienes ninguno: compraste siete másteres, o hiciste uno y compraste seis. Esa dinámica me parece terrible. Ahora vienen con estas programaciones absolutamente absurdas que no entienden ni ellos. Aquí el currículum salió el 31 de agosto, y empezó el curso el 1 de septiembre. Ahora, tenemos que presentar en junio las programaciones del año en curso, el 2022/2023, cuando lo normal sería que las hubiéramos presentado en octubre del veintidós. ¿Por qué? Porque Consejería e Inspección no se ponen de acuerdo en cómo tendrían que ser las programaciones. Y no porque los de la consejería de aquí sean más burros, sino porque en Madrid no hay nadie al timón. Es terrible. Cuando ves que se sigue manteniendo la escuela concertada desde gobiernos supuestamente de izquierdas, y al mismo tiempo ves que tienes leyes educativas que lo que hacen es inflar la promoción sin un aprendizaje real…, al final estás favoreciendo la enseñanza privada, que sí que no cumple los parámetros de inspección que se cumplen en la pública. Creas un sistema escolar de dos velocidades y la función de la escuela pública como compensadora de desigualdades desaparece. Vas creando escuelas-gueto en según qué zonas. Es terrible, es intolerable. Pero bueno, la escuela pública siempre va a ser un reflejo de la sociedad en la que está, y para cambiar la sociedad en la que está no basta con cambiar la escuela: hay que cambiar estructuras más profundas que la propia escuela. A mí me gusta mucho mi profesión, me gusta enseñar, es lo que sé hacer, creo mucho en ello, creo que la educación tiene un papel muy positivo que cumplir, pero la sociedad se cambia de otra manera. No sé si me quedó muy lapidario (risas).

Ja, ja, ja. Es un buen cierre. Muchas gracias, Faustino.

¡A ti! Coge más dulces de estos, ho.

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6 COMENTARIOS

  1. Madre mía, es increíble la percepción de las cosas según quien las mire o las recuerde. Del comentario número 3 no tengo nada que decir, porque no sé a cuál de los otros dos se refiere y además no comprendo ese extraño idioma. Pero de los otros dos sí que puedo hablar.
    Faustino, algunas cosas que dices son ciertas, de otras no hablas y otras más son bastante discutibles, pero bueno, ya las pondremos por escrito en algún momento, si es que para entonces todavía interesan a alguien. Pero bah, allá va algo. “Intentábamos diversificar”. Por Dios, no me hagas reír, hombre. Si costaba Dios y ayuda que la gente acudiera a nada. Lo que pasa es que el tema de comunicados en prensa y la página web (todavía no había redes sociales como Facebook, Twitter y demás) funcionaba bastante bien y parecía que IAS estaba en un montón de cosas, en las que en realidad no estaba. Claro, panfletos. Pero los militantes prácticamente no trabajaban en nada fuera del partido. Yo todavía recuerdo cosas como escuchar a cierta militante que ya no está decir que los militantes de Uviéu no intervenían en nada porque “es que nos da corte”. Y cuando se hablaba de hacer un trabajo activo para incorporar a más personas, también recuerdo una frase memorable de otro militante: “yo soy un militante de un partido, no un representante comercial”.
    Más. “Pecábamos a la hora de teorizar sobre feminismo”. Claro, sobre feminismo y sobre tantas otras cosas. Si había veces que no se podía ni hacer las reuniones por falta de asistencia.
    MIAS. Eso fue más adelante. Según David Guardado, esas mocedades estaban sectarizadas contra Andecha. Pero no contra la Andecha de siempre, la de Marcos Abel Fernández, sino precisamente contra la parte que se acercaba a IAS. MIAS, según Guardado, pensaba que tú eras su MAF, y al ver que no, se largaron de golpe, desvinculándose de IAS. Se había apalabrado o negociado una salida pacífica pactando el no hacerla pública hasta pasadas las elecciones que tenían lugar, y van y lo hacen público. Y encima en los foros de Andecha Astur, que menuda coña hubo que aguantar. Magnífico labor de desintegración y sectarismo de Iyán González, alias Riañín, que era el pope de la suma autoridad en MIAS. Y encima se larga a Canarias y sin él MIAS se desintegra. Vamos, ni la polilla destruye tanto.
    Elecciones. “Resultados pobres porque éramos cuatro y no teníamos un duro”. Claro, y porque sólo había algunos militantes trabajando en la Xunta pola Defensa de la Llingua. No había nadie en asociaciones de vecinos, ni el ecologismo, ni sindicatos, ni nada. A IAS no la conocía ni Dios. Es más, eso continúa todavía hoy. Quizás en Mieres, pero nada más. ¿De dónde iban a salir los votos? Incluso de la Xunta pola llegaron a desaparecer los militantes, a pesar de ser la cantera de la que se nutría para aumentar en afiliación. Y poco a poco, se fueron.
    Con esta otra afirmación sí que es para quedar con la boca abierta. “No nos gustaba el BIA porque fue una unión forzada por las elecciones, como siempre. Con la INA sí que había buena relación”. Esto no hay por donde cogerlo. Faustino, el BIA era un proyecto previo e independiente de cualquier proceso electoral. Tú deberías saberlo mejor que nadie, porque fue idea tuya. Hubo bien de gente en IAS que no lo veía, pero fue casi un empeño personal tuyo el sacarlo adelante. Se preveía que dos partidos asturianistas podían llegar a entenderse, pero no tanto con un partido como el PCPE. Tú decías esto “si hay conflicto a quien le crea contradicciones el BIA es al PCPE”. Pero no, las contradicciones fueron para los otros dos. Los más beligerantes eran los de la INA, pero siempre echaban a los de IAS por delante. Por ejemplo, el nombre del PCPE. Pese a que en otros sitios podían llamarse Partido Comunista del Pueblo Vasco o del Pueblo Canario, o de lo que fuera, es un decir, tenían una resistencia numantina a llamarse Partido Comunista del Pueblo Asturiano o algo parecido. A la INA le molestaba muchísimo esa E, y el PCPE se negaba a que desde fuera se le impusiera un cambio de nombre. ¿Qué pasaba después cuando había campañas o movilizaciones del tipo que fuera? Que si había que repartir panfletos, pegar carteles o acudir a sitios, el PCPE estaba allí. Lo cual es mucho decir con los demás. Y lo mismo con que “nos llevábamos bien con la INA”. Por favor, hombre, haz memoria, recuerda lo que pensaban los militantes de Xixón de IAS cuando Xaime “Bolita” llegaba anunciando conciertos reivindicativos: “haz la revolución echando la pota”. O lo que se pensaba de la presencia en las manifestaciones de aquel conocido militante que siempre llevaba una bandera pirata.
    IAS se largó del BIA, los del PCPE pidieron una reunión y se despacharon a gusto. Ellos solos no querían aguantar con la INA y ya sin IAS exigieron la disolución legal de la sigla. Por eso tampoco es cierto cuando afirmas que en las municipales y autonómicas del 2003 “se monta el Bloque por Asturies”. Lo que ocurrió fue que existiendo todavía el BIA, la INA, único partido presente en el Nalón hizo aparición pública y se presentó con ese nombre. Al disolverse el BIA quisieron rentabilizar la sigla para no despistar a la gente con otro nombre más. Pero como el BIA ya estaba disuelto inventaron lo de “Bloque por Asturies”. Con el BIA eran “los del Bloque” y con el Bloque por Asturies seguían siendo “los del Bloque”.
    En fin, hay unas cuantas cosas más, pero casi que puede quedar para un ensayo de historia de la izquierda, asturianista y no, en Asturies.

  2. Nenu: Dribles, disvies, torces: Torna pensalo. Munchu dello heba más xente ellí, antoncenes, y de camentar asturián. Pa lo tuyo, en seliquino, valte la drecha non: La siguinte. Ya ti val.

  3. Perbona entrevista, como toles que fae Batalla Cueto. Como siempres, paga la pena el tiempu que hai qu’echar en lleeles. Coincidí con Zapico militando en Compromisu dende el llau de la UNA, anque nun tengo tan bona memoria como elli. Sí que hai coses que veo un poco diferente. Por exemplu, cuando comenta refiriéndose a la xente d’Andecha Nacionaliega lo de que “toda esta gente que va de muy radicalona, cuando ven la luz, o ellos creen que ven la luz, suelen caer en un oportunismo político feroz. Al pasar los años, ves que mucha gente que te pasaba por la izquierda —porque Andecha decía que los de IAS éramos una banda de intelectuales socialdemócratas y regionalistas— ahora te pasa muy por la derecha. Pero mucho. O acabaron en Podemos, que es un partido muy centralista, por mucho que lo intenten vestir de otra cosa”. Creo que hai qu’estremar l’Andecha orixinaria de l’Andecha de los 2000, que apenzaba a medrar y a recibir xente de procedencies estremaes, dende Germán Abad (mira, entrevista guapa pa Batalla), que nun yera independentista, a xente como yo mesmu, el mio xermanu y otros que nun yéremos comunistes sinón abiertamente socialdemócrates, muncho más de centru-esquierda que d’ultraesquierda, y con discutinios dientro Darréu por esti tema (cuestiones como Cuba y el castrismu, el chavismu, etc. por exemplu, ente otros). Foi ún de los motivos que fizo francer a Andecha, pos esti seztor más moderáu y plural en sigo mesmu acabó ganando les eleciones internes nel renovamientu la Direztiva Nacional al acabar siendo mayoritariu nel partíu (de toes maneres sí, anque tuviere casos individuales diferentes, na tema nacional Andecha yera abiertamente independentista, IAS non, cosa que sigue siendo igual aztualmente). L’Andecha que criticaba a IAS de socialdemócrata siguió n’Andecha dempués de 2006; yera tamién l’Andecha y el Darréu de la foz y el martiellu. Más tresversal yera la crítica a la división de la esquierda nacionalista al ser IAS el partíu pequeñu (por tanto, al que se-y culpaba de dixebrar. Yo mesmu, si IAS-MIAS foren la fuercia mayoritaria, de rapaz m’hubiere averao a ellos enantes que a Darréu —a Andecha nunca nun pertenecí—), pero precisamente d’ehí vieno esi averamientu de la nueva Direztiva que la vieya nun perdonó. Dempués había otru puntu que tamién foi más tresversal, pero que nun diría que yera crítica, sinón simplemente una perceción xeneral de que IAS yera un partíu d’inteleztuales y Andecha d’obreros, pero eso yá apenzaba a camudar nos 2000, al igual que pasaba no ideolóxico, cuando Andecha apenzaba a recibir tamién militantes universitarios, anque nun dexó de ser daqué mui minoritariu. Yá diendo al tema les eleciones, por exemplu na tema Rafa Palacios, a min siempres (yá daquella) me paecía un trepa (agora colo de Podemos yá se cubrió de gloria), pero la política ye fea y trages sapos y culiebres. Claramente, nun teniendo a Valledor, yera la única cara realmente conocida y básicamente el Bloque yera elli, y yera con quien tábemos obligaos a sumar pa tener más visibilidá (recuerdo que se tenía, amás, determinaos drechos de cuota televisia, en radio y demás al ser partíu con representación) pa poder siguir medrando tanto en militancia como sobre too en votos. Y voi ser claru con esto: esi ye l’oxetivu, siempres, polo tanto nun entiendo la crítica de que les eleciones te marquen les decisiones. Ye normal, tas en política, son partíos, tas pa presentate a les eleciones y medrar nelles… L’oxetivu ye SIEMPRES medrar eleztoralmente. Si lo que quies ye otra cosa entós monta otra cosa, nun te dediques a la política. D’ehí que ún de los oxetivos cimeros fore francer cola histórica división del nacionalismu asturianu (polo menos del centru a la esquierda), daqué que cuasi yera fasta mofa a nivel popular, mesmo fuera del ámbitu (“pocos y mal aveníos”…). Creo que la xuntanza, magar que nun prestare el personaxe, yera obligada. Y el resultáu, como diz Zapico, foi moderadamente bonu. La esquierda nacionaliega siguió medrando y superó en más de 2000 votos los resultaos d’UNIDÁ. Esi yera pa min y munchos (los que nun yéremos de BA) l’oxetivu. Claro que nel BA vivíen nuna realidá paralela produztu de los sos años de política de despachu y sillón alloñada la realidá de lo que cuesta sacar cada votu, y taben convencíos como tamién apunta Zapico de sacar el diputáu o quedar cerca. Cerca s’hubiere quedao, y eso nel meyor de los casos, con Valledor (que con too yo nun creo que s’hubieren sacao muncho más de 10.000 votos), pero non ensin un referente d’IU potente mediáticamente como yera él. Una vegada perdíu, nun quedó otra que tragar con Palacios. Pero non solo porque lu impunxere el Bloque; yo por exemplu, nun siendo del so partíu y nun gustándome, queríalu lliderando la llista porque yera el que más votos diba arrastrar, y amás, ye una persona con carisma, como tamién lo ye Zapico, por ciertu, que nun solu discursu, esi al que fae referencia na entrevista con Garzón (daquella yo yá nun militaba en política), convencióme de votar a UP y non a Podemos, votu que nun acabare de decidir fasta que sentí esi mitin, y ye que un día llevantábame cola intención de votar a ún y al viniente al otru; en fin, creo que pa estes coses ye pa lo que tienen que tar los cabezaleros. Pero volviendo al rau de la cuestión anterior, el problema que mos fundió al partir de 2011, y tamién lu indica l’entrevistáu, foi les eleciones anticipaes de Cascos, una vegada l’eleztor yá veía que la coalición yera imposible que obtuviere representación parllamentaria y seguramente lo prioritario pa munchos votantes yera quitar a Cascos, conque perdiéronse 2/3 de los votos (que imaxino que diríen a parar a IU, o mesmo a la FSA-PSOE) y quedóse poco más que al nivel d’Andecha. Eses eleciones anticipaes matáronnos y curtiaron les ociones de siguir medrando de cara a les eleciones vinientes, pos nun se pudo preparar nada nin siguir enanchando l’espaciu y la visibilidá. Los proyeztos de la esquierda independentista/nacionalista yeren, yo polo menos asina lo veía, a llargu plazu y pali pali, aprovechando el cansanciu y les pérdigues eleztorales de los aztores políticos de mayor pesu, y con especial incidencia na mocedá, que yá buscaba otres alternatives a PSOE-IU, como se vio nel fenómenu podemita pocos años dempués. Andecha sacare malpenes 3.000 votos en 2003, UNIDÁ 4.000 en 2007, Compromisu 6.000 en 2011… L’oxetivu yera superar otra vuelta los resultaos en 2015, con polo menos 1.000 o 2.000 votos más otra vuelta, y había marxe pa ello, pos taba l’eleztoráu de más de 1.000 d’AA que se movía sobre too pol nome (tovía se taba na llucha poles sigles, na que se confiaba, y que yera fundamental pa la medría eleztoral), la posible coalición con Los Verdes y la potenciación de la marca verde na coalición, el posible convencimientu a futuru de Valledor u otra cara conocida con arrastre… Polo tanto había quien quedemos con una visión optimista dempués de lo que pa otros foi el sapiazu de 2011, sobre too los que veníemos d’abaxo. Pero como digo, les eleciones de 2012 echáronlu too a perder y yá dempués cola llegada’l fenómenu Podemos la xente desembarcó ehí, y creo que fizo lo correzto, como creo que IAS fizo lo correzto agora coaligándose con IU. L’otru camín yá quedare escosáu y condergáu. Pero bono, pa quien quiera quedar na pureza siempres-y siguirá quedando ehí AA colos eternos 1.000-2.000 votos que voten básicamente unes sigles. Quiero dicir con too esto que nun comparto muncho esa visión qu’elli da de que “Nos coaligamos IAS y un cacho de Andecha. Otra fusión mal hecha, como siempre pensando en las elecciones. El paso siguiente es juntarse con el Bloque, porque rompe con IU, pero sin pararse a pensar: «Vale, ¿para hacer qué?». La cosa sale mal y otro salto adelante: formamos Compromisu por Asturies. Veinte años repitiendo constantemente los mismos errores para acabar con los mismos resultados. Y cuando es el sapiazu final, marchan todos para Podemos. Pues nada”. Nun se pue culpar al nacionalismu d’esquierda la falta de masa social, la idiosincrasia de la sociedá asturiana. Nun me paecieron un erru les xuntances que se dieron; tolo contrario, yeren los pasos que se teníen que dar y nun había más ociones si se quería caltener la independencia y la medría d’un proyeztu propiu, con marca propia, y nun hai nada que más influya nel debate políticu y nes decisiones polítiques nun país que un proyeztu propiu con discursu propiu ya independiente que arrastre votantes por sigu mesmu. Pero claro, hai coses que nun dependen d’ún mesmu, como les eleciones antipaes yá mentaes de 2012, que te puen tirar too per tierra. No que cinca al restu cuestiones… Creo que Faustino Zapico culpa mal cuando fala de la reforma estatutaria. Seyamos claros: el culpable de la non reforma l’Estatutu esta llexislatura nun foi la FSA, foi Foru, que cabó la so tumba con ello, por ciertu. O tas al favor de la Oficialidá o tas a la escontra, pero quedate en mediu va facete perder a les dos partes del eleztoráu, y más malmetiendo temes estraestatutarios inasumibles pa los partíos d’esquierdes como conditio sine qua non p’aprobar la reforma. Nun ye serio, y claramente buscaben marcase un triple o, en casu contrariu, facer descarrilar el procesu estatutariu, como de fecho acabó pasando. Pero bono, veremos cómo se dan el sapiazu por ello en pocos meses. Nos temes hestóricos, toi d’alcuerdo en que nun se debe manipular la hestoria (n’Andecha, l’Ochobre ’34 siempres se manipuló sesgadamente y nun se supo facer un aprovechamientu pa los intereses propios pero respetando la veracidá hestórica de lo que foi, cosa perfeztamente posible). De toes maneres carga demasiáu les tintes en dalgunes coses. Por exemplu, la República d’Obreros y Campesinos d’Asturies, esa proclamación mediático-simbólica (nun conocía el tema radiofónicu, solo el panfletu, que supongo que sedría lo que se lleó nesa radio que comenta), nun diría que s’elevare nunca a los altares; yo de fechu supi d’ella tiempu dempués de la mio militancia en Darréu. Lo que sí s’elevaba a los altares tolos años yera la proclamación de soberanía del Conseyu Interprovincial d’Asturies y Llión, pasando a ser Conseyu Soberanu. El fechu d’emitir moneda propio, seyos propios, unviar correspondencia oficial a la Sociedá Naciones, etc. Evidentemente, esto nun te pue llevar a manipular la hestoria y facer poco menos que creer que aquellos revolucionarios yeren independentistes, pero sí pues, como vien a apuntar Zapico, dexar a les clares el calter diferenciador d’Asturies como país y sociedá, que lleva a fechos consumaos, independientemente de les intenciones polítiques que tean los aztores. Eso ye lo fundamental y lo que debería d’esplotase dende la óptica d’una formación política como Andecha Astur, y creo que nun se facía bien; tirábase muncho del slogan, de lo superficial, de tentar vender lo que nun yera. Ye lo que yo creo. Na cuestión del independentismu, y lo lligo al tema l’iberismu, nun pueo tar más en desalcuerdo. Primero nun entiendo esi menospreciu a Montenegru. ¿Quier dicir que nun tien drechu a ser independiente, una independencia que foi votada pol pueblu? Otra cosa distinta ye Kosovu, que amás de nunca tener sío república na antigua Yugoslavia, dase un problema de falta llexitimidá porque nun ye realmente la independencia d’un pueblu que quier exercer el so autodetermín lo que se busca, sinón la so anexón a llargu plazu a Albania pol fechu de que nesti precisu momentu hestóricu tean mayoría poblacional nel territoriu, y obviando amás les mayoríes serbies de determinaos conceyos. Recuérdame a la situación del Donbass. Al final pa min son procesos de colonialismu, y polo tanto nun han tener reconocencia dala. Tampoco concuerdo cola supuesta falta d’independencia de les repúbliques báltiques. Los países bálticos medraron económicamente dende el so abandonu de la URSS, y pudieron entamar a traciar el camín qu’enantes yos fore negáu, lo mesmo que les repúbliques yugoslaves agora. Entós sí que nun yeren independientes, nin nos Balcanes nin nel Bálticu (nel Bálticu sobre too, porque nos Balcanes polo menos había un ciertu equilibriu ente iguales, anque unos foren más iguales que otros). De toes maneres ta claro que nun se pue falar d’independencia en términos asolutos nun mundiu global a nun ser que seyas un imperiu, y yá con dificultaes. ¿Pero acasu eso quita llexitimidá a l’aspiración de querer ser un Estáu nacional, políticamente soberanu por tanto anque nun puedas algamar una independencia total en tolos ordes? En tou casu, siempres vas ser más independiente que nun teniéndolu; sinón nun existiríen los independentismos, polo tanto nun digamos coses que nun son, nun quitemos fierru a lo que sigue siendo a día güei verdaderamente importante y trescendental pal devenir d’un país. Zapico refuga esa independencia, y opta por un iberismu que l’europeísmu convirtió n’anacrónicu y que toos sabemos que diben remanar los Estaos-nación, y particularmente España-Madrid. Y amás, poco diba camudar el pesu d’esa Federación nel mundiu a la que tienen anguaño los sos Estaos. La fuercia y el futuru, si de verdá quieren camudase les coses, ta n’Europa, na Federación Europea, que al mesmu tiempu ye una ventana d’oportunidá pa países como Asturies. Respezto al hispanismu, quedé con ganes de saber la so opinión de manera clara y detallada, porque creo que nun respuende a la entruga que-y fae Batalla. Y yá pa terminar, dicir que toi 100% d’alcuerdo con que tanto la definición d’un proyeztu políticu (a nivel argumentativu y non simbólicu) na exa esquierda-drecha ha tar perriba de les lluches parciales, como ha talo toa llucha pol bientar en términos materiales de la población, cuestiones como el repartu la riqueza, etc. Les lluches parciales coparon el centru’l debate, la reflexón y el discursu de los partíos d’esquierda, y eso ye criminal, dende el mio puntu de vista; y lo que ye peor, a vegaes se fae p’apropiase d’eses lluches y non pa beneficiar a los coleztivos o seztores sociales que representen (un exemplu tontu pero que sirve a mou gráficu: cuando pintaron los bancos de la Escandalera. Dengún beneficiu pa la xente GLBT, pero sí pa la manipulación y la politización de daqué que habría ser tresversal y non patrimoniu de naide; y al final consiguen que llanten una bandera monárquica). Pero bono, son les modes… Agora ye el feminismu como el componente principal tresformador de la sociedá… en fin. Que pase pronto.

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